domingo, 25 de marzo de 2012

Rosalba Avila Mahecha, primera reina popular de Puerto Bogotá

Tomado de:;

Subido por el 21/02/2012

Rosalba Avila Mahecha, ex reina de la subienda de Puerto Bogotá, Inspección de Policía de Guaduas, Cundinamarca -- Colombia, nos cuenta como fue su experiencia y lo que significo para ella y su entorno esa distinción, evoca la diferencia del proceso de la pesca y como era antes el rio Magdalena y sus peces y el contraste como es ahora. Este video se realizo a partir del recorrido: De Usaquen a Usuhuaia que se muestra en el blog:http://vaausuaia.blogspot.com/ que adelanta Gabriel Eduardo Cortes Rincon

Ex reina de la Subienda en Puerto Bogota Rosalva Avila Mahecha.AVI

La vida es buena hay que vivirla sanamente. LOOK AT YOURSELF AFTER WATCHING THIS

Tomado de:

sábado, 24 de marzo de 2012

Así se robaron la salud de los colombianos Por Juan Gossain (Tomado de El Tiempo)

|

Juan Gossaín hace un crudo repaso de las lacras que llevaron al sistema a un estado agónico.

Hay que decirlo sin anestesia: el sistema colombiano de salud ha muerto. Lo mataron la corrupción, la politiquería y la codicia.

En Villavicencio, un niño, que hoy tiene 2 años, a los 6 meses de edad sufría de un tumor en la vista. Caprecom, empresa a la que está afiliado, dilató el tratamiento y, pese a la urgencia advertida a tiempo por los médicos, se negó a ordenar la cirugía. Varios doctores se unieron para intervenirlo sin costo, por su cuenta y riesgo, pero era demasiado tarde: el niño quedó ciego a pesar de que su madre hacía más de un año imploraba piedad en las oficinas de Caprecom.

En Bogotá, un hombre desesperado se subió al último piso de una clínica, con la amenaza de arrojarse al vacío, porque llevaba ocho meses rogando enSaludcoop que le dieran una cita con el doctor.
Esa misma noche, en Cartagena, el médico de turno en un hospital fue agredido a trompadas por un obrero que estaba en la recepción desde hacía tres días. Ya no aguantaba más el dolor de cabeza. Había sufrido una embolia cerebral.

¿Qué es lo que está sucediendo para que en solo seis meses, entre enero y julio del año pasado, se presentaran ante las autoridades sesenta mil reclamos contra empresas de salud?Quién sabe cuántas víctimas más ni siquiera se toman el trabajo de protestar. Y ni hablemos de quienes mueren antes de tener tiempo de quejarse.

Lo que está pasando es que el sistema colombiano de salud se reventó en pedazos. Resultó fallido. Las razones son varias, pero todas giran alrededor de un mismo sol: la corrupción y su hermana siamesa, la politiquería, se aliaron con la voracidad económica de unas cuantas empresas privadas y con la podredumbre que campea en las oficinas públicas.

38 billones por año

Desde que se estableció el sistema, hace casi veinte años, el Estado colombiano se la pasa improvisando medidas transitorias, que no han servido ni siquiera como pañito de agua tibia, y mientras tanto nadie atiende a los afiliados, los médicos tienen que trabajar por unos honorarios de indigencia, los medicamentos son una tragedia de cada día y no les pagan a las instituciones que prestan servicios: hospitales, laboratorios clínicos, odontólogos, empresas de radiología. El sistema no resiste una reforma más.Es un régimen insostenible.

En Colombia, la salud mueve al año cerca de 38 billones de pesos.La mitad de esa cifra monstruosa proviene de los dos regímenes que operan en el país: el contributivo, en el que los ciudadanos que pueden hacerlo pagan de antemano su propia atención, y el subsidiado, que supuestamente está hecho para proteger con dineros públicos a los más pobres.

Como si fuera poco, la ineficiencia ha llegado a tales extremos que los pacientes, aunque hayan comprado un seguro, tienen que cancelar cada año 8 billones más de su propio bolsillo para que los atiendan. El resto, unos 11 billones anuales, los aportan la Nación, los departamentos y los municipios. Es decir: todos los colombianos que pagan impuestos.

Pero cada gobierno se niega a asumir el control de esos dineros y los deja en manos de unas compañías llamadas "empresas promotoras de salud", que son el origen de nuestras desgracias.

La paradoja más grande y más dolorosa es esta: nunca antes habíamos tenido tantos recursos para la salud de los colombianos, pero nunca antes el sistema de salud había estado en una situación financiera tan crítica. Lo primero que uno hace, pensando en los 38 billones de pesos, es comenzar a preguntarse: ¿por qué, con semejante chorro de plata, la gente tiene que levantarse a las 3 de la madrugada para conseguir una cita médica, y pasarse la vida poniendo tutelas para que la atiendan, si ese es su derecho y ese es su dinero? ¿Por qué clínicas y hospitales están en crisis?

Cobran, pero no pagan

La respuesta es simple pero aterradora: porque no les pagan los servicios que prestan. Según un balance que tengo en mi poder, las empresas promotoras de salud, algunas compañías de seguros y el Gobierno Nacional, más municipios y departamentos, le deben al conjunto de instituciones hospitalarias una cantidad que se acerca a los 10 billones de pesos.

A fecha de hoy la situación se ha agravado. Del total de esa suma, las famosas EPS adeudan cerca del 60 por ciento. Reciben de antemano la plata de sus usuarios, pero no les pagan a los hospitales que los acogen.El Estado, incluyendo Nación, municipios y departamentos, debe otro 17 por ciento. Para ser rigurosamente exactos: el 17,2 por ciento. El resto corre por cuenta de numerosas entidades de diversa índole. Algunos de esos compromisos tienen más de un año de atraso. Y después los enfermos, alterados por tantos atropellos, vapulean a los médicos o insultan a las enfermeras.

Hospitales en quiebra

Los hospitales del país están en bancarrota o al borde de un desastre. Conseguí la lista de los cinco más afectados y de la suma que les estaban debiendo hasta hace tres meses, en diciembre del año pasado. Tres de ellos son de Medellín.

1. A la Fundación Hospital San Vicente de Paúl, de Medellín, le deben 248.000 millones.

2. Al Hospital General de Medellín le deben 137.000 millones.

3. A la Fundación Oftalmológica de Santander le deben 122.000 millones.

4. A la IPS Universitaria de Medellín le deben 108.000 millones.

5. A la Fundación Clínica Valle del Lili, de Cali, le deben 93.000 millones.

Si no han desparecido es porque los hospitales no se mueren de un día para otro. Agonizan despacito. Pero si la situación actual persiste, la única alternativa que les queda es la más peligrosa de todas: reducir servicios, reducir personal y reducir costos para sobrevivir. Es decir: acabar con la calidad.

Honorarios congelados

El problema de los médicos es todavía más penoso que el de los hospitales. Conozco el caso de un oftalmólogo al que las EPS solo le reconocen 65.000 pesos por una operación de cataratas que cuesta 1'200.000 pesos."De algo tengo que vivir", me dijo. El otro día, uno de sus pacientes lo demandó, alegando negligencia profesional, y le reclama una indemnización de 1.000 millones de pesos.

Presionados por las empresas promotoras de salud, que los someten a humillantes procesos de "negociación", y que amenazan con dejarlos sin trabajo si no admiten sus condiciones, los médicos han tenido que aceptar, año tras año, que sigan vigentes las mismas tarifas del 2001. Así, un médico que recibe pacientes de las EPS es el único trabajador colombiano que devenga hoy los mismos honorarios de hace 11 años. Han perdido su poder adquisitivo porque el costo de la vida crece sin parar, pero su remuneración se mantiene invariable.

Como necesitan examinar la mayor cantidad posible de pacientes, para tener más ingresos, los revisan a las volandas, uno tras otro, rapidito, como si por docena fuera más barato. Por esa razón, el tiempo de una consulta médica es cada día más breve. Y la atención, más deficiente.

Su realidad es trágica. Unos pocos especialistas han logrado que les reconozcan incrementos marginales. No existe un sistema tarifario único que regule su relación laboral con las empresas de salud.Pero, en cambio, un computador con programación científica avanzada, que es imprescindible para su trabajo, les cuesta actualmente 20 millones de pesos. Hace once años, les costaba tres.

Entonces, si no les pagan a los hospitales, si no les pagan ni a los médicos, si se niegan a mandar al paciente a un especialista porque cobra más, si se resisten a entregarle los medicamentos apropiados, ¿qué diablos es lo que hacen las EPS con la plata de la gente? Confieso que no me atrevo ni a pensarlo.

El naufragio de Caprecom

Veamos, a vuelo de pájaro, el caso de Caprecom, la única EPS estatal que le queda a Colombia y que acaba de ser sometida a vigilancia especial, lo que pone en peligro a más de 60 hospitales a los que en este momento les debe 680.000 millones de pesos.

Caprecom se está hundiendo en el lodazal de corrupción que la ha saqueado. Cómo será de lucrativo manejar por dentro a esa entidad que, hace unos tres años, el gerente de un laboratorio de medicamentos, que en la empresa privada ganaba 20 millones de pesos mensuales, renunció para irse de subalterno a Caprecom con 12 millones.

En el 2009, durante la alarma internacional por la epidemia de gripa AH1N1, Caprecom compró 700.000 dosis del medicamento Tamiflú. Pagó 27.000 pesos por cada dosis. En el mercado internacional costaba 12.000 pesos. El sobrecosto fue del 225 por ciento. Tampoco ha sido posible saber, hasta el sol de hoy, cuál fue el proceso que hizo Caprecom para comprar 1.300 computadores.

La entidad tiene 465 empleados de planta, pero hay 7.000 trabajadores más, llamados "contratistas", que son vinculados a través de misteriosas cooperativas de intermediación laboral.

Hay casos en que Caprecom le paga a la cooperativa 10 millones de pesos por un trabajador, pero él solo recibe 5 millones. La cooperativa se queda con el resto. ¿Por qué la justicia colombiana no se ha atrevido nunca a averiguar quiénes son los verdaderos dueños de esas cooperativas?

Durante la primera ola invernal, que según el Gobierno terminó en mayo del año pasado, Caprecom le cobró al Ministerio de Protección Social 390 millones de pesos por trece brigadas sanitarias que debían haberse hecho en los albergues donde estaban los refugiados de las inundaciones. La verdad es que tardaron tanto tiempo en organizar las brigadas que, a los nueve meses, cuando por fin aparecieron, ya los damnificados no estaban en los albergues.

En la actualidad, mientras su liquidación parece inevitable, Caprecom presta servicio a tres millones de personas en 820 municipios, el 80 por ciento del país, incluyendo las regiones más olvidadas, como el Chocó, Guaviare y Amazonas, que no son rentables para las EPS privadas. Calculen el tamaño del desastre que se les avecina a esos colombianos.

Uno de sus directivos, a pesar de mi insistencia, solo accedió a hacerme una lacónica declaración. Una sola. Con cara de desconsuelo, me dijo:

-La verdad es que Caprecom se convirtió en la caja menor de algunos congresistas.

¿Menor? A mí me parece que es la mayor.

Las EPS privadas

Hay empresarios de la salud que tienen una imaginación infinita para defraudar al sistema. Todos los días aparece una nueva forma de la corrupción. Por ejemplo: dentro del pago que hacen los usuarios está contemplada una atención domiciliaria, el "servicio de enfermería en casa", incluido en el Plan Obligatorio de Salud.

Pero, mañosamente, le cambiaron el nombre: lo llaman "cuidador en casa", que no aparece inscrito en el plan, y eso les permite cobrar dos veces el mismo servicio: una como "auxiliar" y otra como "cuidador". Ya se han encontrado casos en que el sobrecosto por paciente llega a 5 o 6 millones de pesos diarios.

Otro ejemplo que ilustra los extremos demenciales a que hemos llegado en materia de inmoralidad es el caso de la prevención de enfermedades, prioridad fundamental en cualquier país civilizado.

En Colombia, el Ministerio de Salud le reconoce en promedio a cada EPS la suma de 1.665 pesos mensuales por paciente, a fin de que dicha empresa adelante trabajos de promoción y prevención de salud. Es lo que en el enredado vocabulario del sistema se conoce como "p y p".

Se supone que las EPS reciben ese dinero, que es del pueblo, y deberían trasladarlo a clínicas y hospitales para sus tareas preventivas.

Pero la verdad es otra: solo les transfieren 140 pesos por paciente. Es decir: la empresa promotora de salud se queda con 1.525 pesos que no le pertenecen. Haga cuentas, por cada paciente. Uno se pregunta, alarmado,si el Ministerio de Salud no le hace una auditoría a su propio dinero, el que entrega a las empresas. Y si la hace, ¿por qué no descubre ese desfalco?

¿Quieren más pruebas? Se han descubierto numerosos casos en que los directivos de las EPS privadas, a la hora de escoger hospitales para contratar servicios, lo hacen con aquellos que son de sus amigos, de sus familiares o de sí mismos. Fundan clínicas solo con ese propósito. Se ha comprobado que su calidad es inferior al promedio. Natural que así sea: no están hechas para salvar vidas, sino para ganar plata.

Pero aquí no hay un gobernante que ponga el grito en el cielo y los meta en cintura, ni hay un juez que, además de meterlos en cintura, los meta también en la cárcel. Lo que es peor, no hay ciudadanos que protesten seriamente en nombre de la salud colectiva. Al Presidente de la República, por su parte, se le llena la boca anunciando nuevas reformitas del sistema, engañosas pastillas de placebo, como si esa colcha de retazos aguantara un remiendo más.

Ladrones en todas partes

La corrupción y el desorden, que es su principal cómplice, comienzan desde el principio. El sistema colombiano de salud no tiene una base de información unitaria, sino dos: una para las personas que pagan su contribución y otra para quienes reciben subsidios del Estado. El caos es de tales proporciones que hay duplicidad de usuarios y se cobra por atender a personas que ni siquiera existen.

En cuanto a los subsidios, son incontables los municipios que reportan atención a una cantidad de enfermos superior al número de habitantes de la población entera. (Es un caso similar al de la educación: para sacarle dinero al Estado, hay colegios y universidades que envían unas listas de becarios que superan en cantidad a todos los matriculados.)

Epílogo con sugerencias

Tras dedicarme varios meses a investigar esta realidad maloliente, y después de consultar a tantos expertos, puedo repetir, sin quitarle ni una coma, lo que dije en el primer párrafo: el sistema colombiano de salud ha muerto. Ya está podrido. Hay que enterrarlo. Brille para él la luz perpetua.

Quedan, para fundar sobre ellas un sistema nuevo, las siguientes reflexiones:

1.- Colombia es el único país del mundo donde se permite que unas empresas particulares manejen a su antojo el dinero sagrado de la salud y que, además, lo cobren por adelantado. Son como las muchachas prepago, pero menos complacientes.

2.- El desastre, como es natural, lo origina la manipulación de tanto dinero. Los especialistas consideran que la única salida exitosa es la creación de un mecanismo único que recaude los recursos y pague las cuentas, bajo control del Estado, y no de los particulares.

3.- Hay que luchar por tener un régimen de salud que sea único, universal y para todos. Que no excluya a nadie de ningún servicio en ningún hospital ni clínica. Que un solo carné sirva para que la gente no se muera en la puerta esperando que la atiendan.

4.- Es urgente que hospitales, médicos, odontólogos, radiólogos, enfermeras, trabajadores de la salud en general, reciban una remuneración digna y adecuada por su trabajo. Dicho con franqueza: que los tramposos no se sigan quedando con la plata mientras un doctor dura 11 años cobrando la misma tarifa.

5.- En el nuevo sistema hay que eliminar a los intermediarios de la salud, que son la peor plaga.

6.- El sistema colombiano de salud no puede seguir dedicado únicamente a atender enfermedades. Lo fundamental es la prevención. La atención es el complemento.

Y, por último, hablando acá, para mis adentros, yo pido algo que no depende del Gobierno, sino de Dios: que un milagro le devuelva la vista al niño de Villavicencio.

En este momento su madre está pidiendo limosna para comprarle los implantes de órbitas oculares, lo que se conoce como "cristales para rellenar cuencas".

Ah, pero como no todo hay que dejárselo a Dios, también pido que un juez castigue a los culpables. Termino aquí porque me parece que ya estoy exigiendo demasiado: salud y justicia al mismo tiempo.

Juan Gossaín
Especial para EL TIEMPO

Tomado de;

.

http://www.eltiempo.com/colombia/otraszonas/asi-se-robaron-la-salud-de-los-colombianos_11420683-4

jueves, 22 de marzo de 2012

Diego Fernando Bohorquez, presente en el Foro Internacional Centros Históricos y de Turismo. La Candelaria Bogotá.

Diego Fernando Bohorquez, presente en el Foro Internacional Centros Históricos y el Turismo. La Candelaria. Bogotá. 22 y 23 de marzo de 2012.
Mesa principal del Foro.
Algunos asistentes al foro.
Fotos, cortesía Diego Fernando Bohorquez, facebock. Jueves 22 de marzo de 2012. La Candelaria. Bogotá.

domingo, 18 de marzo de 2012

A la dirigencia colombiana le falta visión y generosidad: William Ospina

Marzo 18, 2012 - 10:55
El galardonado escritor tolimense siente apasionamiento por las letras, la música, la filosofía y la política, pero jamás imaginó que dedicaría su vida a la literatura: pensó más que iba a ser abogado
El escritor tolimense William Ospina.
(Foto: EL NUEVO DÍA)

El dolor y la tragedia que por años han bañado a Colombia se deben, en parte, a la falta de visión y generosidad de nuestros dirigentes. Así lo indicó a EL NUEVO DÍA el maestro William Ospina, en su más reciente visita a la Capital Musical de Colombia.

Durante su corta estadía, para recibir la exaltación a los Valores Humanos, en el marco del Festival de la Música Colombiana, la pluma tolimense manifestó que al no dar a nuestro país la oportunidad de mostrar cuán generoso y rico es, “lo obligaremos a comportarse como un gato enjaulado”.

“Pienso que con un poco de sinceridad, de vocación, de justicia y sabiendo que este país debería ser para todos y no para unos cuantos, es mucho lo que podemos lograr”, advirtió. Sumado a ello, indicó que estamos infortunadamente en manos de dirigencias mezquinas.

¿Cómo sueña a Colombia?

Voy a utilizar la metáfora de la música... El Tolima e Ibagué han querido siempre símbolos de una vocación musical de Colombia y yo creo que las soluciones que este país necesita son soluciones musicales, soluciones de armonía, de diálogo, de equilibrio y de partitura compartida, porque hasta ahora cada quién tiene una partitura particular y crecimos en una sociedad en la que vivimos en una lucha permanente de todos contra todos, y aquí de lo que se trata es de buscar las soluciones que nazcan de la convivencia, del equilibrio, del diálogo, de la solidaridad y el trabajo compartido; por tanto, creo que la música nos puede servir mucho en ese proceso y creo que Colombia, más allá de lo áspero que uno puede ver en su superficie, de los conflictos y la tragedia enorme que ha vivido y tanta gente postrada en la pobreza, es generosa.

¿A qué atribuye la situación del país?

Colombia es un pozo de dolor bastante grande y yo atribuyo esa tragedia a la falta de visión y generosidad de nuestra dirigencia que no se ha propuesto crear un país en donde quepan todos, y donde todos tengan dignidad y oportunidades. En la medida en que se dé ese nuevo liderazgo que nos permita abrir horizontes de dignidad y acción a miles de talentos, a millones de personas capaces de dar, quienes no son pobres, sino que no logran expresarse y encontrar una oportunidad de manifestarse, descubriremos que es un país mucho más grande y que esa red de discordias, en la que se encuentra hasta ahora, se puede acabar.

Maestro, usted recientemente escribió una columna de opinión en defensa del excomisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, ¿realmente lo cree una víctima?

No fue para mí una reflexión de tipo jurídico; siento que era un debate político, más que otra cosa, y de todas maneras en una sociedad como la colombiana, donde hay tantas tragedias, injusticias y problemas de fondo, a mí no me parece que sea razonable entrar a formar parte de un bando y a jugar al viejo juego colombiano de que los problemas de Colombia se resuelven linchando o castigando a alguien; creo que el problema es mucho más profundo, porque el debate jurídico aquí tendría que abarcar a mucha gente para que sea verdadero.

Cuando se convierte en el juicio de una persona y en el olvido de las responsabilidades de los otros, no veo que haya suficiente equilibrio; por ejemplo, del anterior gobierno fue muchísima gente la que estuvo vinculada a esa administración que tuvo responsabilidades grandes; algunos de ellos de repente se convierten en los grandes delincuentes o son vistos como los grandes culpables, y los otros que tenían tanta responsabilidad ahora son los grandes inocentes y más bien los que auspician esa descalificación y, si se quiere, persecución, entonces yo digo que miremos la cosa en su conjunto.

Yo nunca he pensado que es el castigo sobre los individuos lo que corrige los grandes dramas históricos. Aquí hay que preguntarse cuáles son las causas profundas de tanta violencia y no creo que el señor que ayudó bien o mal a desmovilizar unos paramilitares sea más culpable en este país que los que auspiciaron el paramilitarismo.

¿Piensa que los testimonios que lo incriminaron fueron amañados?

No lo sé. Es una decisión que deben tomar los jueces, pero en el caso del excomisionado Restrepo, la sensación que yo tuve es de que todo el mundo había decidido que era culpable antes de juzgarlo.

¿Comparte su decisión de pedir asilo?

Como todo el mundo había decidido declararlo culpable antes que los jueces dieran el veredicto, casi que me pareció que tenía razones para buscar refugio, porque si la sociedad estuviera pacientemente esperando a que los jueces dieran el veredicto, la sociedad estaría de verdad respetando la justicia, pero cuando todo el mundo ya asumió esa culpa y dio un veredicto al respecto, siento que lo que hay es un apasionamiento de otra índole.

¿Qué rechaza de la forma de gobernar de Uribe y de Santos?

Siento que en ambos casos lo más criticable es que no gobiernan con un proyecto de país sino con el proyecto de un sector de la sociedad. Me parece que Santos representa la vieja aristocracia terriblemente egoísta, que ha manejado este país durante dos siglos, y que Uribe representa a un sector poderoso más nuevo, aunque no más generoso.

Lo que me pregunto es dónde está la sociedad, que no está aquí buscando sus mezquinos intereses particulares o de grupo, sino el interés de la comunidad, dónde está el esfuerzo por que la gente viva bien, por dignificar a la comunidad, donde está el esfuerzo por hacer una gran campaña de creación verdadera de empleo para arrebatar tantos miles de jóvenes a la violencia, jóvenes a los que los únicos empleadores que tienen es el narcotráfico, la guerrilla, los paramilitares, y la delincuencia, porque no encuentran campo de acción en el orden de la civilización. Cuando resolvamos ese problema, tendremos una verdadera dirigencia y hasta ahora estamos, infortunadamente, en manos de dirigencias mezquinas.

¿Por qué piensa que los conflictos entre Uribe y su anterior escudero, Santos, podrían desatar la nueva violencia en Colombia?

Porque en Colombia, aunque ellos no se lo propongan, los desacuerdos entre las élites siempre terminan produciendo un desangre entre las comunidades; el pueblo colombiano, a veces ingenuo y dócil, se deja fanatizar muy fácilmente... Que tenían que ganar los pobres liberales y conservadores con los años 50 y ellos pusieron a los victimarios y a las víctimas, mientras que los jefes de ambos partidos se abrazaban en los clubes; entonces, de qué le sirve a Colombia tanto odio y tanta prédica de odio. Yo siento que es hora de que el pueblo colombiano, la comunidad inteligente del país acceda a la modernidad que supone desconfiar de sus fanatismos y piense más en cuáles son las soluciones que engrandecen al país.

Muchos de los problemas del país están relacionados con la droga. ¿Usted es partidario de que se legalice?

Yo más que ser partidario, lo que pienso es que no hay otra manera de arrebatarle todo ese poder a las mafias. La droga es ya un hecho de la cultura y de la civilización.

¿Por qué?

Hay que preguntarnos por qué esta época hace que tanta gente necesite drogas y estimulantes; a lo mejor el orden de la sociedad y la educación misma conducen a la gente hacia esa necesidad creciente de su fe en sí misma de que termina necesitando estímulos de tipo artificial; lo único que veo es que la droga no es un invento como casi nunca los grandes fenómenos de mercado de unos productores, algo en la civilización crea consumidores. Por qué no interrogar a la civilización, qué es lo que hace que la gente esté buscando tantas vías de escape o de afirmación psicológica a través de las drogas, y si esas cosas ya forman parte de la cultura y del orden material de la civilización, pues entonces por qué dejarla en manos de las mafias, que lo único que producen es sangre y violencia; por qué no hacen que los estados sean los que manejen estos mercados y destinen esos recursos a la prevención, desintoxicación y educación, porque mientras semejante negocio tan descomunal esté en manos de seres sin escrúpulos y violentos las sociedades se van a descomponer cada vez más, entonces más que una adhesión a un modelo es un hecho al que nos estamos viendo obligados.

La despenalización de la droga es una obligación de la sociedad porque lo otro, la prohibición, lo único que ha hecho es estimular y hacer crecer el negocio. Entonces, que se le convierta en un problema de orden público y en una alianza, no en un problema de policía.

Preguntas y respuestas

Al mirar atrás y pensar en sus inicios como escritor, ¿qué siente?

Cuando empecé a escribir no imaginé que iba a ser escritor, porque, de hecho, no imaginaba que la escritura pudiera ser un destino, ni una profesión, ni un oficio, sino una necesidad; imaginaba que iba a ser otra cosa, tal vez abogado, pero no pensaba que iba a dedicar mi vida a la literatura; de manera que se ha ido dando. Nunca tuve conciencia plena de cuándo era que estaba ocurriendo la cosa, sino que cuando menos pensé ya estaba con unos cuántos libros a cuestas y otros en proyectos.

¿Imaginó entonces la aceptación que esos trabajos iban a tener?

Siempre pensé que me gustaría mucho que mis libros tuvieran un sentido para los lectores, pero no que alguno de ellos fuera a ser un éxito editorial ni nada parecido. En los últimos años he sentido con gratitud y asombro que algunos han entusiasmado a mucha gente, pero ese no era mi principal objetivo ni mi preocupación, porque siempre he creído que unos cuántos lectores de muy buen criterio son suficientes para que uno se sienta satisfecho de un esfuerzo honesto y, si no disciplinado, que es mi caso, por lo menos sea persistente.

De todas sus obras ¿cuál considera su mejor logro?

Sólo publico los libros cuando me siento mínimamente satisfecho; yo me atrevería a decir que son más las cosas que he escrito y no he publicado, que las que he publicado, porque para mí es difícil tomar la decisión. Tengo que estar seguro de que vale la pena o, por lo menos, creer con sinceridad que le estoy diciendo algo a los lectores, y que estoy respondiendo en algo los desafíos del mundo y la época... Y ese es mi mayor logro.

¿Por qué en muchas de sus obras está presente la búsqueda por la América que es conquistada?

Aquí todos necesitamos conocer nuestros orígenes, así como cada quién desea saber de dónde procede, quiénes son sus padres, sus abuelos, dónde nació... Reconstruir esos caminos por los cuales llegamos a ser lo que somos, al igual que necesitamos los hechos históricos, saber cómo era nuestra nación, nuestra lengua, nuestra cultura, y para nosotros, los americanos, encontrarnos con la conquista de América es encontrarnos con el caldero terrible y maravilloso donde se formó nuestra identidad y hay muchas cosas que desconocemos de esa época.

Para mí ha sido emocionante interrogar cómo era América hace cinco siglos, cómo eran los pueblos que habitaron este territorio, cómo fue ese choque de civilizaciones tan terrible, qué ganamos y perdimos con ello, así como de qué manera se fue formando esa aventura que es ser americano.

Para usted, ¿qué se ganó y qué se perdió con la Conquista?

Es difícil resumirlo, porque es un proceso muy vasto. Lo único que diría es que los distintos libros que he escrito desde El país del viento, en 1991, han sido hechos para interrogar esa época y ese proceso de formación de una cultura, entonces en la poesía, en el ensayo y en la novela he procurado valorar esa situación y ese proceso, yo diría que el resultado ha sido de reconciliación; yo pensé, en una época, que nosotros vivíamos un conflicto muy grande con el mundo español, porque éste había llegado aquí y había destruido muchas manifestaciones de las culturas originarias y todo eso ocurrió, pero nosotros no somos ya los pueblos indígenas que habitaron aquí hace cinco siglos ni tampoco somos los españoles de esos días.

¿De qué le ha servido esto?

Para aprender a apreciar lo que tenemos, porque cada uno de esos mundos que convergieron para formar lo que somos hoy. Yo le decía a alguien una vez ‘hemos perdido cinco siglos negando el componente indígena y negro de nuestra cultura y podríamos perder otros cinco siglos negando el componente español’; nuestra cultura y ya no se trata de eso, sino de ver qué es lo que podemos hacer hacia el futuro, tomando posición plena de todas esas tradiciones que ahora es lo que somos.

Los pueblos indígenas han cambiado, son muy pocos los que conservan una cosmovisión que se deba exclusivamente a su relación con la naturaleza, también ellos han sentido ese choque esa complejidad que da tener vecinos y tener contactos con la lengua, de manera que es muy importante valorar el aporte que Europa le dio a nuestra cultura; nosotros no podemos ser concebidos sin Europa, sin la lengua española, sin la religión cristiana, sin la sociedad mercantil, sin las instituciones que tomamos de la Ilustración y la Revolución Francesa. No nos podemos concebir sin todo eso, ni tampoco sin el pasado indígena, al que hay que interrogar cada vez más, porque no solamente es un recuerdo de hechos antiguos, sino que, muy posiblemente, tiene respuesta para los problemas del presente y del futuro.

¿Cómo ve la producción literaria en este momento?

Es grande y vigorosa en esta época, después del ‘boom’ latinoamericano, después del éxito asombroso que ha tenido la literatura latinoamericana en el mundo ya no pertenecemos a una tradición local y ya casi ni a una tradición continental, somos parte de la gran literatura planetaria y nos escuchan, nos leen y aprenden de nosotros, así como nosotros durante mucho tiempo hemos aprendido de todas las tradiciones. Si todavía económica y políticamente somos pueblos un poco marginales, culturalmente no lo somos. La cultura latinoamericana está en el corazón de la historia contemporánea y grandes personajes de la cultura colombiana, son figuras de primer orden en el mundo.

Entonces, ¿sueña con el Nobel?

No, la verdad es que en el mundo hay muchos escritores, y muchos de ellos muy valiosos y cada año surgen más, y ese es un solo premio, que no sólo puede premiar unos cuantos símbolos, no puede premiar ni siquiera cada esfuerzo meritorio, ni cada obra más o menos bien lograda, a veces es un azar, una suerte... Son muchos los factores que intervienen en eso; de manera que no vale la pena desvelarse con esas cosas, creo que es más interesante esforzarse por hacer bien lo que se hace.

Para usted, ¿qué significado tiene la literatura?

Lo mismo que significaba cuando empecé a escribir: una oportunidad de crear a partir del lenguaje, de interrogar los misterios del lenguaje, de interrogar los enigmas de la realidad, de buscar la belleza, el sentido y, tal vez, obrar un efecto sobre la sensibilidad colectiva.

¿Cómo marcó su núcleo familiar su vocación?

Influyó muchísimo y todavía lo hace. Yo siento mi familia como un manantial del que brotan muchas de las preguntas que intento resolver en mis obras; no tengo la sentencia a la autobiografía y por eso casi siempre parece que estuviera hablando de cosas lejanas del siglo XVI, de la selva amazónica, de los temas de la sociedad contemporánea; sin embargo, la mayor parte de las reflexiones que me hago nacen de mi relación con la vida cotidiana, con mi familia y mis amigos, entonces casi nunca menciono a mi familia en mis obras y por eso pareciera que están ausentes. A veces hablo de mi padre, porque canta y se sabe todas las canciones de nuestra tradición cultural y porque sé que eso ha influido mucho en mi relación con el lenguaje; hablo menos de mi madre, cuya manera de ser y de mirar su relación con el mundo, despierta en mí muchas inquietudes y desemboca en elaboraciones literarias.

El pasado de mi familia es algo que me interesa y que incluso quisiera interrogar en la literatura. Yo tengo hace varios años el proyecto de escribir una novela sobre la vida de mis abuelos en las montañas del norte del Tolima en la primera mitad del siglo XX y, a lo mejor, me sea dado a escribirla; de manera que está muy presente al igual que mis amigos y como estoy presente yo, aunque hago todo lo posible porque no se note.

¿Qué lo ha detenido a escribirla?

Es un proceso de acercamiento. Así como a la humanidad le fue más fácil ver las estrellas que las células, uno ve más fácil lo que está lejos que lo que está cerca y sólo a medida que desarrolla sus recursos, va teniendo cada vez más capacidad de hablar de lo cercano; entonces yo he tratado de vivir ese proceso, aprender primero cómo se hacen las cosas, vivir ese forcejeo con las palabras para ver si llego a tener algún día la capacidad y la fuerza suficientes para hablar de las cosas más cercanas como mi familia y de mí mismo. Voy en el siglo XVI, espero irme acercando al siglo XXI lentamente, y por ahora voy a hablar de hechos que aparentemente ocurren lejos y tal vez un día pueda escribir sin esas máscaras y hablar de temas más cercanos, que son siempre los que más me interesan.

¿Qué ocurriría en el mundo si no existiera la literatura?

Mientras exista la humanidad existirá la literatura. No sabemos si seguirá existiendo bajo los soportes ­actuales, si los libros seguirán siendo de papel y de celulosa o si terminarán siendo solamente electrónicos; eso no importa mientras las historias existan, digamos que los libros más misteriosos y los que están en un soporte más misterioso son los más antiguos, los que están escritos en la memoria humana, en un soporte de células vivas y energía vital. Allí estuvieron los libros mucho tiempo hasta que se inventó la escritura, y luego siguieron estando allí hasta que se inventó la imprenta y seguirán estando hasta que desaparezca la imprenta y tal vez hasta que desaparezca la escritura, porque la palabra viva, que habla y se escucha y es la primera forma de la civilización, durará hasta el final.

Y ¿si no hubiera existido?

Eso significaría que no hubiera existido el ser humano tampoco, porque la literatura llegó con él. La capacidad de asombrarse, de nombrar las cosas, de sentir, expresar y luego la imaginación, la fantasía, el relato, la celebración, todo lo que la literatura es. A mí me importa que no confundamos la literatura, ni con el mundo académico, ni con el mundo editorial.

¿Cómo es su proceso creativo?

Uno puede llamar la musa al momento en que un montón de fenómenos que se han ido acumulando encuentran su densidad. Es un poco como si estuviera creando un vino dentro de la conciencia; uno arroja allí los elementos y el tiempo va obrando sus afectaciones y hay un momento en que deja de ser obra y se vuelve vino, nosotros nunca sabemos en qué momento es, pero allí la obra deja de ser alimento y se convierte en fuente de embriaguez.

¿Disfruta más escribir o leer?

No logro establecer completamente la diferencia entre ambas cosas, porque cuando estoy escribiendo yo estoy leyendo, yo tengo muchas cosas en la memoria: libros, versos, historias; uno lleva como una biblioteca a cuestas, la que está incorporada y en el momento en que está escribiendo uno la está leyendo también. Estoy escribiendo y recuerdo tal verso y eso me ayuda a construir cierta frase, después recuerdo un argumento de un autor y estoy escribiendo algo y no puedo dejar de recordar otra. Entonces, en el ejercicio mismo de escribir hay un proceso que yo podría llamar de lectura, de revisión de textos que están incorporados en mí, y cuando leo también se da ese fenómeno; yo no soy capaz de leer para el olvido, yo necesito recordar lo que leo. En otros tiempos, cuando era joven, me era más fácil recordar; entonces yo me aprendía los poemas casi que con sólo leerlos; ahora la memoria no tiene la misma intensidad; sin embargo, leo para guardar las cosas, soy utilitario con la lectura. Si leo y no estoy captando, siento que el libro no me está interesando y cambio de libro, porque para mí leer es estar gestando cosas, sintiendo que en mí se ramifican las historias que me cuentan.

Además de leer, ¿qué otras cosas lo apasionan?

La música, la amistad, los viajes, los amores, la historia, las religiones, la discusión filosófica, la fiesta, la política, entendida como el sueño de un mejoramiento del mundo y de la humanidad. No puedo entender la política ni como la lucha facciosa por el poder ni por el deseo de ser elegido para un cargo, ni como el deseo de poder mandar a los demás como a mucha gente le interesa.

Admiración a Gabo

Se dice que usted es el digno sucesor de Gabriel García Márquez, ¿usted también lo cree?

Por supuesto que no lo creo, porque pienso que alguien como Gabo es un ser tan extraordinario que todavía nosotros no alcanzamos a medir la magnitud de todo lo que él nos ha dado, de lo que ha significado. Después de Bolívar yo no había vuelto a ver un personaje continental de la magnitud de García Márquez en América Latina: su elocuencia, su gracia, su imaginación, su magia y la riqueza de sus recursos hacen de él un personaje verdaderamente extraordinario. Hombres como él, como Jorge Luis Borges, como Juan Rulfo, marcan las épocas y son antorchas para muchos siglos de la humanidad. Estaría yo lejos de pensar que estoy cerca de eso, pero soy consciente de esa importancia, soy testigo de esa grandeza y sé que todos los que venimos después de estos grandes autores les debemos mucho y tenemos también muchos deberes que cumplir.

¿Qué es lo que más admira de Gabo?

Advierto en él ese contraste enorme entre la excesiva notoriedad, espectacularidad de su vida y su timidez personal, como que le gustaría no estar ahí cuando hay tanto resplandor y reflector, pero, al mismo tiempo, tiene la paciencia, el buen humor y la tranquilidad para sobrellevar eso sin exasperarse. Él sabía, quizá, que no podía escapar a la notoriedad que su obra produjo. Desde niño le confesó a un amigo que él era famoso, pero que él sólo lo sabía y entonces se ha resignado a ser esa celebridad, aunque lo que más le gusta es estar de puertas para adentro y con pocos amigos.

De él ¿qué le gustaría tomar para usted y su obra?

Más que pretender escoger una característica de Gabriel García Márquez para que se convierta en parte de mi vida, hago lo que todos lectores debemos hacer tratar de que los libros que él ha escrito, que son tan hermosos y admirables, formen parte de mi vida y me ayuden a asombrarme con el mundo y a vivir.

¿Por qué considerar que Colombia y Latinoamérica está en deuda con Gabo?

Porque con él cambiamos nuestra idea de nosotros mismos, la idea de nuestra sociedad. Colombia había negado durante siglos su componente indígena y africano, en Barranquilla en los años 40 no dejaban que tocaran porro en los clubes sociales, eso era una profanación, la gran sociedad no podía teñirse ni mancharse de esas expresiones de la cultura popular; tanto miedo a aceptar el componente indígena, tanta pretensión infatuada y falsa de que esto era una sociedad blanca, aristocrática, europea y cuando aparecen esas cosas en el arte, el mundo entero se estremece y se fascina porque aparece lo que realmente somos.

Cuando apareció la obra de García Márquez lo que todo el mundo advirtió es que ahí no había un gramático latino ni un señor español, sino un hombre latinoamericano muy orgulloso de serlo, de ser caribeño, de mostrar esa exuberancia de la belleza tropical, de los seres humanos, de esta región del mundo; todo lo que parecía que había que esconder porque no estaba en orden es lo que Gabo mostró y nos fascinó con ello, tener esa perspicacia, esa creatividad y ese valor de convertir esta realidad nuestra en objeto del arte, ha tenido como premio la fascinación del mundo. Y lo veo como uno de los más altos creadores de los últimos tiempos.

.

Tomado de:

http://www.elnuevodia.com.co/nuevodia/especiales/sucesos/137134-a-la-dirigencia-colombiana-le-falta-vision-y-generosidad-william-ospina