miércoles, 2 de junio de 2021

¿Debo usar un software de productividad? Por Sebastian Camilo Beltrán Bárcenas


 Lic. Ciencias Sociales.

Profesional en Seguridad y Salud en el Trabajo, de la Universidad del Tolima.
Tecnólogo en Ingeniería Industrial, de La Universidad de Ibagué.
Tecnólogo en Control de Calidad, del Servicio Nacional de Aprendizaje
Miembro de La Asociación Nacional de Ciencia e Innovación Nano y Biotecnología

El medio laboral ha evolucionado en los últimos años, y ha dejado atrás la organización tradicional caracterizada por las tareas operativas, los trabajos en línea de producción, la toma de decisión centralizada, etc. ya que la competencia del mercado actual requiere empresas organizadas, dinámicas, tecnológicas y con altos estándares de calidad que puedan adaptarse fácilmente a un entorno cambiante y exigente en este mundo de globalización.

Así, hoy día las condiciones laborales pueden exigir altos niveles de atención y concentración, elevada responsabilidad, sobrecarga de trabajo, largos o desordenados horarios y turnos; además, la creciente participación de grupos multidisciplinarios en las empresas, hacen que los riesgos psicosociales, sean una realidad en el mundo laboral de hoy. Todo esto puede deteriorar el clima laboral y afectar al bienestar físico y psicológico del trabajador.

Es de gran importancia contar con un Sistema de Gestión de Seguridad y Salud en el Trabajo físico y digital con el fin de dinamizar los procesos y armonizarlos con el sistema, ya que las herramientas digitales nos ayudan a dinamizar las actividades y llevarles seguimiento y monitoreo continuo, así mismo nos permite tener comunicación en tiempo real con personal capacitado y poder solucionar las problemáticas que se presenten en el contexto laboral.

En el mercado existen diversas aplicaciones y/o plataformas y gracias a la revolución del siglo XXI que es la nanotecnología (Tecnologías emergentes), para contribuir a mantener información actualizada y precisa que permita ayudar a la toma de mejores decisiones, donde provee la salud física y psicológica de los directivos, administrativos, operativos, con el fin de brindar mejores condiciones de salud, calidad de vida y bienestar laboral, para el diseño y ejecución de planes de acción que contribuyan al desarrollo humano, la productividad y a la competitividad, identificando los factores de riesgo o protectores para mantener un control y una vigilancia, mediante los procesos de evaluación, de promoción, prevención e intervención en la organización y la gestión del trabajo.

Finalmente, dentro de las prácticas de la gestión humana, la salud ocupacional es un eje fundamental, ya que interviene en cada una de las variables que se relaciona dichos aspectos, centrándose en la ejecución de estas prácticas con la ayuda de las herramientas tecnológicas que tenemos a nuestra disposición para su uso e implementación.
.
Este artículo obedece a la opinión de su autor. Positiva Compañía de Seguros S.A. no se hace responsable por los puntos de vista que allí se expresen. El material contenido en este sitio web es de dominio público y puede reproducirse parcial o totalmente de manera gratuita, siempre y cuando se mencione la fuente
.
 

viernes, 14 de mayo de 2021

Análisis de la crisis que sacude a Colombia Por: Hernando Gómez Buendía*

Hernando Gómez Buendia
.

 Explicación resumida de la crisis que sacude a Colombia, de las acciones y las reacciones de sus protagonistas, de las salidas probables y las consecuencias que tendrá para el país. Análisis de Razón Pública.

.

Una sola estupidez y tres preguntas

La explicación de lo que está pasando es muy sencilla: el presidente de Colombia es el único de América Latina —y es el único gobernante del mundo— a quién se le ocurrió subir los impuestos en medio de la crisis social más grande que ha vivido el planeta en un siglo —y la peor que ha tenido Colombia en su historia—.

A partir de ese autogol monumental, las preguntas que quedan son igualmente obvias:

- ¿Por qué Duque decidió proponer un alza en los impuestos?

- ¿Por qué la gente y los distintos actores o sectores reaccionaron como han reaccionado?, y

- ¿Cómo saldremos de esta turbulencia?

1. ¿Por qué subir los impuestos?

La explicación del ahora exministro Carrasquilla es que el déficit fiscal se había vuelto insostenible a raíz de la pandemia. Ese déficit inevitablemente implicaría que Colombia pierda su grado de inversión, es decir, que se produzca el ciclo conocido de mayor deuda externa, inflación, devaluación y fuga de capitales.

Es un temor perfectamente razonable, y es lo que pensaría un ministro de Hacienda en épocas normales.

Por eso, después de mucha dudas y demoras, el gobierno presentó su proyecto de “Solidaridad Sostenible” cuyos 163 artículos tocaban los bolsillos de muchos colombianos de estratos 2 a 4 y al mismo tiempo prorrogaban la vigencia de los subsidios sociales que se habían adoptado a raíz de la pandemia.

“Necesitamos plata para seguir ayudando a los más golpeados por esta horrible crisis”: esta fue la justificación del gobierno y por eso el nombre —”solidaridad sostenible”— del proyecto.

Dudoso y mentiroso

Antes de examinar las reacciones de la gente, conviene despejar dos cuestiones económicas que vienen muy al caso:

-La idea ortodoxa de que el déficit fiscal significa inflación y eventual crisis cambiaria no es compartida por otras escuelas económicas, en especial la keynesiana y la “teoría monetaria moderna”. Más todavía: a raíz de la pandemia, los gobiernos de todos los países han aumentado el gasto en grandes proporciones, y no es claro que hoy valgan los temores habituales de que el déficit (a) cause inflación (porque no hay quien compre o demande las cosas), y/o (b) haga huir los capitales (¿para dónde se irían?).

Dicho de modo más simple: este no es el momento de la ortodoxia económica, y ninguno de los países industrializados está siendo ortodoxo. Colombia en cambio ha sido víctima de tres cosas: Su tradición de buen deudor y seguidor del Fondo Monetario Internacional (FMI); la Constitución de 1991, que se hizo para prohibir que el Banco de la República financie el gasto público, y la ideología o rigidez del ministro Carrasquilla, su discípulo Duque, la Junta Directiva del Banco de la República y el equipo de gobierno en su conjunto.


Lo de subir los impuestos para atender la pandemia era una mentira del ahora exministro. La verdad era otra:

- El hueco fiscal no se debe a la pandemia sino a que Uribe y sus ministros (Carrasquilla incluido) habían casi duplicado el gasto público gracias a la bonanza petrolera. Pues la bonanza se acabó en 2014 y la Nación dejó de recibir casi el 30% de sus ingresos: este es el hueco.

- Y sin embargo la reforma tributaria de Duque/Carrasquilla del 2019 disminuyó los ingresos del Estado. Las exenciones para empresas aumentaron en 8,2 billones, y el propio Min-Hacienda calculó que la carga tributaria bajaría del 16,6% del PIB en 2019 a 15,7% en 2030.

- Nuestro Estado tacaño ha destinado apenas un 2,8% del PIB a la pandemia, mientras que Estados Unidos, por ejemplo, ha dedicado un 24,8% (datos del FMI).

- Casi la mitad de ese 2,8% no es gasto sino un seguro de crédito para la banca privada. Y del restante 1,5%, más de la mitad resultó del manotazo que Carrasquilla les dio a los Fondos Regionales en mitad de una pandemia (primer decreto de Emergencia Económica).

2. Reaccionan los actores y sectores

La estupidez de Duque y la mentira del ministro produjeron las respuestas perfectamente previsibles de las fuerzas que en Colombia se llaman fuerzas vivas, a saber:

-Primero los políticos que, en vísperas de elecciones, tendrían que estar locos para subir los impuestos de la gente. El jefe Uribe regañó a Duque y añadió con razón que el Centro Democrático sería el primer perjudicado. Este partido y sus socios gobiernistas sugirieron “ajustes” que destruían el proyecto, la oposición aprovechó el papayazo, y el Congreso al unísono se negó a tramitarlo. La reforma tributaria nació muerta.

-Pero la gente ya estaba indignada por todos los males, frustraciones e injusticias reales más las percibidas que son la historia pasada y reciente de Colombia. Súmele a eso las muertes por COVID, el encierro, el desempleo, la pobreza, la desigualdad, la incertidumbre y la desesperanza de estos doce meses, para llevar la olla de presión al paroxismo. Y añada un presidente pirómano que se le ocurre poner más impuestos.

-En las calles ocurrió lo que tenía que ocurrir. Ríos de gente buena con camisetas, pancartas, música y gestores que organizan el desfile y previenen la violencia, mujeres y hombres que marchan porque están hasta el cogote, porque ven marchar a otros y porque quieren ejercer el más elemental de los derechos en una democracia. Protestan contra una situación intolerable, aunque sus exigencias concretas vayan desde la renta mínima hasta la defensa de los animales, desde la matrícula gratis hasta la reducción del tamaño del Congreso, desde la vacuna inmediata hasta la reapertura de los bares, desde permitir los mototaxis hasta la renuncia del presidente Duque (aunque no noten que Marta Lucía sería su reemplazo).

-Los sindicatos y el Comité del Paro que se había autonombrado en 2019 salieron a la calle y sacaron pecho por tumbar una reforma que había nacido muerta. Después tejieron con babas un pliego de peticiones cuyo costo los gremios por supuesto “calcularon” en 81 billones de pesos (unas cuatro reformas tributarias) y que consta de demandas tan sencillas como “6. No discriminación de género, diversidad sexual y étnica” (que de paso y, además, es lo que manda la Carta desde 1991).

-En las calles también ocurrieron las otras cosas que tenía que ocurrir. Muchachos entre 15 y 25 años llenos de rabia y de hormonas, los jóvenes sin dinero y sin futuro de todas las ciudades y los pueblos que lanzan piedras contra los policías. Los “vándalos” movidos por ideologías lunáticas que hay tantas, los hambrientos que se suman al saqueo, los comerciantes que se arman para defenderse, los que incendian buses, los pedazos de guerrilla que subsisten, más los GAO, los hampones de todos los pelambres y los que piensan que la revolución se hace incendiando estaciones o quemando policías.

-La policía antimotines en todas partes del mundo usa y usará la fuerza bruta, más todavía cuando la nuestra es una Policía militarizada y endurecida por medio siglo de “conflicto interno”, cuando todos los presidentes de Colombia se han puesto el uniforme en lugar de dirigir la Fuerza Pública, cuando Duque tiene además instintos de derecha, cuando Uribe lo aúpa, cuando los policías también están hasta el cogote tras un año de pandemia, cuando les tiran piedra o los patean o tratan de matarlos, cuando el fiscal, la procuradora y el defensor del pueblo son fichas de Duque, cuando el Congreso no ejerce su control político y las Cortes se alinean con el presidente. Dos docenas de muertos (según parece) algunos en condiciones de indefensión o alevosía que los hace del todo repugnantes: es la noticia mundial desde Colombia.

3. ¿A dónde parará esto?

Más que la teoría ignorante o paranoica de la “revolución molecular disipada” que ha puesto a circular el uribismo, el riesgo que en realidad corre Colombia es del escalamiento de la turbulencia o lo que llaman los analistas serios el “dilema de Schelling”: si el Estado reprime demasiado la gente se levanta, y si no la reprime lo desbordan las exigencias crecientes de la gente.

Esta espiral de muertes y protestas puede llevar la sociedad al caos o hasta el punto de que una fuerza organizada se adueñe del Palacio, los medios de comunicación y los demás centros de poder: esta es la gota de verdad que hay en la idiotez de la “revolución molecular disipada”. Le falta la verdad de que en Colombia hay una sola fuerza organizada y capaz de ocupar esos centros de poder: el Ejército. Y en el caso de Duque, antes que un golpe, tendríamos una militarización completa del país y una violencia de Estado duradera.

Ese escenario extremo ya parece alejarse porque las gentes buenas y las fuerzas vivas de Colombia han ido respondiendo…como era previsible que lo hicieran, a saber:

– Transeúntes, comerciantes y vecinos sufren con los trancones, bloqueos y desmanes, los que tienen algo que perder piden más policía, otros muchos se asustan y se quedan en casa, los jóvenes en su inmensa mayoría no quieren más violencia, las protestas se vuelven pacíficas y los que marchan acaban por cansarse. Este es el ciclo normal o típico de las movilizaciones callejeras en todas partes del mundo.

-Álvaro Uribe y Luis Carlos Sarmiento le explican a Duque que su estupidez lo ha convertido en el jefe de campaña de Petro y que además “se tiró” la economía. Duque retira la reforma que nació muerta, renuncia a Carrasquilla y nombra al ministro que venía trabajando con los gremios durante la pandemia, éste anuncia una reforma más barata y el susto de los ricos ha llegado hasta el punto de que la ANDI pide que “no toque a nadie más…cóbrenos a nosotros”.

-Duque ha cedido, pero no puede admitir que lo ha hecho porque alguien le explica el dilema de Schelling. Por eso no descarta “el estado de conmoción”, no censura los abusos de la Fuerza Pública, defiende a la Policía y sigue hablando de reforma tributaria; las ONG y la prensa mundial ven en esto más pruebas de que Duque es “fascista”, la ONU y la “comunidad internacional” manifiestan alarma, y el gobierno Biden regaña a un presidente cuyo equipo había ayudado a Trump en la campaña.

-Con todo eso volvemos a la táctica probada de Colombia a lo largo de un siglo: los diálogos entre las fuerzas vivas, que van ganando tiempo y eventualmente concluyen en algunas concesiones más una lista de acuerdos incumplibles o que el gobierno no pretende cumplir o que llegado el caso pasarán como papa caliente al gobierno que arranca en 2022.

No es todavía seguro que esa táctica vuelva a funcionar, pero esta vía tiene a su favor dos elementos:

-La gran debilidad de los movimientos sociales en Colombia y su aún más proverbial fragmentación. El “Comité del Paro” (es decir, FECODE, el MOIR y algunas ONG) son lo más parecido a una voz unificada que ya vimos esfumarse al llegar la Navidad del 2019, y en todo caso a Duque le explicaron que el truco está en hablar con muchísima gente porque de tantas reuniones y opiniones no salen sino babas (Uribe, zorro viejo, le aconsejó además “mesas locales y regionales de diálogo” para multiplicar por 1.300 la cantidad de babas). A lo primero llaman democracia y a lo segundo llaman descentralización: ¿quién puede resistirse?

-Mas en el fondo está el hecho de que en Colombia nadie representa a nadie. Los sindicatos hablan por un 4% de los trabajadores en las grandes empresas, las ONG hablan por sus respectivos activistas, los gremios dicen unas cosas mientras Luis Carlos y los antioqueños se aseguran de otras, el periodismo desapareció, las redes son ruido puro…e incluso los políticos de oposición hablan a título personal (es lo que dijo De la Calle en nombre de la Coalición de la Esperanza en el momento de dialogar con Duque).

Así que la marea parece estar bajando:

-Lo que aquí llaman “institucionalidad” cerró filas en torno al presidente. Las Cortes (violando la Constitución) firmaron un comunicado conjunto con el gobierno, los alcaldes (o la hoy controvertida Federación de Municipios) piden levantar el paro, los gremios por supuesto lo respaldan, los militares no se pueden pronunciar pero saben de qué lado está su jefe, y las iglesias por supuesto se sumaron al pedido de que cesen las marchas.


-Me falta el jefe presunto de la conspiración, que no es Maduro porque está muy ocupado, ni tampoco los Comunes porque el partido no existe. Gustavo Petro se disparó en las encuestas gracias al autogol del presidente, y el hechizo cercano del poder es tan intenso que decidió volverse responsable: por eso dijo que “al caer la tributaria se debió declarar victoria popular y frenar marchas” (aunque aun así no logró desprenderse de su mochila de revolucionario al precisar “Si lo quieren, en otros términos, que el Comité debió acumular fuerzas para lo que siga”).

Las consecuencias

Dije ya que aún no se descarta el escenario del escalamiento o las protestas crecientes con represión creciente, una violencia anómica o dispersa de muertos en las calles y tropas en las calles que resulten o acaben en la militarización del país y en un gobierno aún más de derecha.

Pero las aguas ya parecen bajar y el escenario probable es menos malo. Tiene de bueno que la gente logrará algunas cosas, como decir la reforma a la salud que ya enredó o tal vez la matrícula gratis por este año, no alzas en la gasolina, unos pesos añadidos al subsidio de pandemia, un poco de justicia para los militares que abusaron, y el reguero de obras o mejoras en municipios o regiones o para grupos de presión más poderosos (camioneros, maestros…).

Pero este escenario previsible tiene de malo todo lo demás:

-Un gobierno maniatado durante el año largo que le falta y en medio de la triple crisis (sanitaria, económica y social); algo así o algo peor que Moreno en Ecuador después del paro indígena de 2019.

-Devaluación del peso y fuga de capitales por cuenta ahora de la inestabilidad política y de la prensa mundial que jamás ha entendido lo que pasa en Colombia.

-El gran hueco fiscal que dejaron Uribe y el final de la bonanza petrolera sigue ahí y agrandado por la recesión y la pandemia. En uno o en dos años tendremos que apretarnos o embarcarnos en el ciclo de inflación, recesión, apretón y estallido social.

-Las elecciones todavía más confusas, inciertas y polarizadas que las del 2018.

-Y el virus disfrutando de las aglomeraciones.

Es que poner a un bobo en la Presidencia tiene consecuencias.

* Director y editor general de Razón Pública.

Tomado de; Análisis: El presidente Duque decidió apoyar a Petro | EL ESPECTADOR



domingo, 25 de abril de 2021

La Candidata EL ESPECTADOR


 

“Para fortuna mía, Duque lo está haciendo muy mal”: La Candidata

.
Apareció por última vez durante las elecciones de 2014. Unos cuantos políticos y periodistas saben de quién se trata y conocen, sobre todo, de su habilidad para manejar los finos hilos del poder en Colombia.

La gran mayoría se refiere a ella, simplemente, como “la Candidata” y es la responsable de varios de los escándalos políticos más sonados de los últimos tiempos. Viene de las entrañas del establecimiento y a partir del próximo domingo, cada 15 días, dará de qué hablar en las páginas de El Espectador, además, en un novedoso formato de pódcast de este mismo medio y también en los micrófonos de Mañanas Blu 10 A. M., con Camila Zuluaga. Hablamos con ella.

¿Quién es usted?

Soy una política que ha estado en este negocio toda la vida. He trabajado para todos los gobiernos posibles.

¿Negocio? ¿La política es un negocio?

Pues claro. Esto es un negocio y, pa más piedra, un negocio redondo. Dígame el nombre de un solo político que no haya aumentado su patrimonio, y el de su familia, siendo parte de la nómina del Estado. Si no diera plata, no habría tanta gente aferrada a los cargos públicos.

¿No se supone que la política existe es para “servir”?

Eso de “servirle a la gente”, “servirle al pueblo colombiano”. Eso es un discurso bobo. Y bobos son los que se lo creen.

Quienes dicen que están metidos en política por “vocación de servicio”, ¿mienten?

Vocación de servicio tiene el que va y trabaja de voluntario en un comedor comunitario, y sin poner fotos en Instagram. Los demás son… somos... somos políticos queriendo servirnos a nosotros mismos, a nuestro ego, para satisfacer ambiciones y obsesiones propias.

¿Cuáles son sus ambiciones?

Ambiciones ya no tengo. Obsesiones, sí.

¿Cuáles son sus obsesiones?

(Silencio).

¿Candidata?

Mi obsesión es que todos pierdan.

¿Todos? ¿Quiénes? ¿Los colombianos? ¿El país?

Ese es otro discurso bobo. Eso de referirse a “el país”, a “los colombianos” ... como si fuera posible elaborar un argumento serio metiendo a todo el mundo en una misma colada. Los políticos dicen con alguna frecuencia: “No le mienta al país” ... “El país conoce mi talante”. La realidad es que “el país”, el de la inmensa mayoría, no sabe nada de lo que realmente pasa y tampoco es que le importe mucho.

¿Entonces quiénes son “todos” esos que usted quiere que pierdan?

Los que forman parte de esta pantomima, de este establecimiento que solo sirve para alimentarse a sí mismo.

Suena a un discurso antiestablecimiento de izquierdas.

Eso es una tremenda ingenuidad. Del establecimiento forman parte hasta las Farc.

Pues si usted es una política que ha estado en “este negocio” toda la vida, usted es parte del establecimiento.

Por eso soy tan buena conspirando.

¿Cómo hacer “que pierda” el establecimiento?

El establecimiento es capaz de lastimarse a sí mismo. Yo solo tengo que tocar ciertas fibras, desafiar ciertos egos.

Usted ya ha sido candidata a la Presidencia. ¿Va a serlo otra vez? ¿Ese es el plan? ¿Conspirar desde la Presidencia?

No hace falta que me convierta en presidenta para sabotear al poder. Es mucho lo que puedo hacer desde la sombra, como simple candidata. Ya lo hice en la campaña de 2014. Ya lo volveré a hacer en esta campaña.

La última vez que supimos de usted fue en 2014. ¿En dónde estuvo todos estos años?

He estado haciendo un duelo muy doloroso… No quisiera decir nada más sobre el tema.

Hoy sigue en el panorama electoral gente que usted conoce muy bien: Vargas Lleras, Gaviria, Uribe. Incluso es presidente alguien con quien usted ha compartido espacios. ¿Cómo están esas relaciones?

Me estoy poniendo al día con todos. La relación con ellos es como montar bicicleta: una vez aprendes a dominarlos, sabes cómo hacerlo el resto de la vida.

¿Cómo lo está haciendo Duque hoy?

Para fortuna mía, muy mal.

Usted siempre ha sido muy crítica de todos los gobiernos, así parezca amiga de todo el mundo. ¿Con quién se la lleva bien hoy en la Casa de Nariño?

Pues, fíjate que pensé que me llevaba bien con María Paula, pero no contesta mis mensajes.

¿Ve muy enredado al presidente con la reforma tributaria?

Pues sí, pero esa es la idea. Lo que para ellos es un enredo, a mí me da claridad.

Reacciones a La Candidata

María Paula Correa, jefa de gabinete del presidente Iván Duque: “Quienes hemos tenido la oportunidad de vivir de cerca lo que es una contienda electoral, entendemos que hay experiencias que parecen transportarlo a uno a un mundo paralelo. La Candidata relata experiencias que para el lector del común pueden parecer totalmente ficticias, pero que realmente no están tan alejadas de la realidad. Celebro que este proyecto se retome y siga escribiendo historias simuladas de la vida real”.

Angélica Lozano, senadora de la Alianza Verde: “La Candidata va a decir lo que muchos quieren, pero no pueden. Es una política con mucho recorrido, con ambición de poder. Hay que escucharla, hay que pararle bolas. Ojalá nos haga reír mientras estemos preocupados”.

Juan Pablo Calvás, editor general de W Radio: “La Candidata es un increíble relato de ficción que alcanza a confundirse con la realidad. La forma en que se cuentan las entretelas de una contienda electoral hace que cada una de las escenas de la historia parezcan relatadas por testigos presenciales y no salidos de una mente creativa bien enterada”.

Juan Esteban Lewin, director editorial de La Silla Vacía: “Gocé de los correos de La Candidata en las elecciones de 2014. Espero que su regreso logre de nuevo la mezcla de información y ficción que logra informar y entretener a la vez”.

María Isabel Nieto, exsecretaria privada de Juan Manuel Santos: “La Candidata es maquiavélica, divertida e irreverente. Sabe como la que más, de los intríngulis del poder, encarnando lo mejor y lo peor de nuestra clase política. Con tanto material, su regreso será una bomba imperdible”.

.

Tomado de “Para fortuna mía, Duque lo está haciendo muy mal”: La Candidata (msn.com)


miércoles, 17 de marzo de 2021

El dictador Por: Cristina de la Torre EL ESPECTADOR


 Que la ultraderecha de este país justifique tanto cadáver, mal menor si de la patria se trata, sugiere preguntas que pueden ofender su prestada dignidad: ¿se está guisando en Colombia un autoritarismo, estadio débil de la dictadura, o habrá quien apunte aun a su extremo de régimen de fuerza declarado? ¿Qué dice la desafiante naturalidad que la Seguridad Democrática adopta frente al bombardeo de niños-“máquina de guerra”; frente al asesinato a bala de 13 manifestantes por la Policía en Bogotá; frente al exterminio de líderes sociales; frente a los 6.402 falsos positivos que ninguna dictadura registra en su haber? ¿Se sumará Colombia a la nueva ola reformista que en América Latina suplanta al modelo de Cuba y Venezuela, o caerá en satrapías como las de Ortega y Bolsonaro? Versión a la mano del dictador renacido que bañó en sangre al subcontinente. Dómine coronado de bayonetas, concentra en su persona y su camarilla el poder absoluto, para mandar sin control, sin ley, sin límite de tiempo y con puño de hierro sobre un pueblo aborregado en el miedo, despojado de su humanidad.

ADN del dictador es el personalismo político, recuerda Blas Zubiría Mutis, como expresión de una voluntad de dominio en bruto, sin arbitrio distinto del propio, que florece en la debilidad de las instituciones. O en su manipulación, se diría, cuando el golpe quiere ahorrarse el espectáculo de tanques y bombas; como se estila hoy, desde el pedestal de la voluntad general vuelta ficción. No suscriben ya los dictadores la idea desnuda del gendarme necesario que Vallenilla Lanz propuso. Pero todos pertenecen a la estirpe del tirano rodeado de aduladores fermentados en el miedo, acomplejados hasta el ridículo, arribistas hasta el deshonor.

De caudillos y dictadores está empedrada la historia latinoamericana. Hacendado o valentón en las guerras civiles del siglo XIX o, después, el que responde lo mismo a costumbres y valores de parroquia, premodernos, que a las prácticas más agresivas del liberalismo económico. Trocado en dictador, ocupa el viejo caudillo el vértice de la moderna pirámide clientelista. Conectó él la modernidad política con el mundo rural de provincia, todavía dominado por jerarquías tradicionales y relaciones de dependencia personal que el dictador trueca en mecanismo de manipulación de masas. El más reciente tipo de dictador es el adiestrado en guerra contrainsurgente, que tuerce la ley a su antojo, se rodea de paramilitares y potentados y pasa por patriota modernizador.

Ningún cincel tan afilado como la literatura para penetrar en el carácter moral del dictador. Para entresacar el esqueleto que da estructura al símbolo del tirano en sus muchas variantes y colores. Ya marioneta, ya bufón, ya el esperpento de Valle-Inclán, cuyo Tirano Banderas fue la novela madre de cuantas se escribieron en Hispanoamérica sobre el dictador. No le ahorra puñaladas a su pluma el español, para pintarlo como calavera con antiparras negras y corbatín de clérigo, o como el negro garabato de un lechuzo. Es éste el dictador de pistola y fusta, tirano ilustrado y austero de largas astucias que encubren una crueldad esencial. “Ante aquel temor tenebroso, invisible y en vela –escribe- la plebe cobriza revivía en terror teológico una fatalidad religiosa poblada de espantos”. Y al final, en la hora de la derrota, “para que no te gocen los enemigos de tu padre, sacó del pecho un puñal, tomó a la hija de los cabellos y cerró los ojos… la cosió con quince puñaladas”.

La prolija gama de los regímenes de fuerza y el contexto que los rodea no aconsejan analogías mecánicas. Pero entre una dictadura que asesina a 10.000 haitianos y una democracia que ejecuta 6.402 falsos positivos se crea un lazo de parentesco político difícil de ocultar. Sabrán los colombianos qué nombre dar al régimen que su extrema derecha cultiva.

15 mar. 2021 - 10:00 p. m. EL ESPECTADOR
.

lunes, 15 de marzo de 2021

Cómo hace 1.700 años nacieron los domingos como los conocemos Redacción BBC News Mundo

 

Fue el emperador Constantino el Grande quien dio el primer paso oficial para que los domingos se convirtieran en lo que son.


Hace 1.700 los domingos empezaron a ser lo que hoy son en la mayoría de los países del mundo: un día de descanso.

Ese es uno de esos datos que, si te dejas llevar por la curiosidad, te conducen a enterarte de muchas otras cuestiones interesantes.

Empecemos siendo exactos: todo empezó el 7 de marzo de 321, es decir, hace un milenio, siete siglos y una semana.

Una semana que ya para ese entonces se componía de siete días. ¿Por qué precisamente siete, no seis, ocho o incluso 10, como las de los antiguos egipcios o las del calendario republicano francés que se empleó entre 1792 y 1806?

Pues, aunque es una constante en casi todas las culturas, no hay ninguna razón buena que lo justifique; de hecho, varios pensadores a lo largo de la historia han desafiado esa convención con argumentos filosóficos, matemáticos y políticos, pero la semana de siete días persiste.

Se piensa que fue concebida hace 4.000 años, cuando los mesopotamios resolvieron el problema de dividir el mes en períodos más cortos.

Su duración estaba ligada a la rotación de la Luna alrededor de la Tierra, 29,5 días, así que sencillamente redondearon ese número a 28 y lo dividieron en cuatro períodos de siete días.

Con eso establecieron un ritmo matemático artificial que hacía más manejable la organización de la vida cotidiana: si necesitabas, por ejemplo, que los vendedores acudieran al mercado ocho veces al mes, podías fijar días precisos que se repetirían independientemente de las imprecisiones de la naturaleza.

La idea se extendió particularmente después de que la cultura babilónica se convirtió en la dominante alrededor del siglo VI a.C.

¿Por qué el martes después del lunes?

Siglos después, los romanos nombraron los días en honor a sus dioses y los organizaron de acuerdo con un elaborado sistema de horas planetarias según el cual cada hora del día estaba gobernada por una deidad.

La que gobernaba la primera hora de un día le daba su nombre. Suena enredado pero el resultado te será sumamente familiar:

  • Dies Solaris / día del Sol;
  • Dies lunae / día de la Luna;
  • Dies Martis / día de Marte;
  • Dies Mercurii / día de Mercurio;
  • Dies Jovis / día de Júpiter;
  • Dies Veneris / día de Venus;
  • Dies Saturni / día de Saturno.
  • .
    Los dioses de los siete días de la semana, mosaico en la Casa del Planetario, 117-138, Itálica, Santiponce, Andalucía, España. Civilización romana, siglo II.

En la mayoría de los idiomas basados ​​en el latín, los nombres de los días de la semana aún revelan esta conexión con los planetas clásicos: lunes, martes, miércoles, jueves, viernes... ¿sábado y domingo? No.

Aunque "sábado" empieza como Saturno, viene de la palabra hebrea sabbat o reposo.

"Domingo" también tiene raíces religiosas, sólo que con un culto relativamente más reciente.

Un descanso

Además de la semana con todos sus días nombrados y organizados, el brillante concepto del "día de descanso" también había existido durante milenios,  y los primeros en adoptar la estructura de la semana de siete días con uno de descanso probablemente fueron los judíos.

Sólo que ese día era el sábado.

Pero ese 7 de marzo de 321, el emperador romano Constantino el Grande emitió un edicto declarando que el domingo tenía que ser el día de descanso:

En el venerable día del Sol que lo magistrados y las personas que residan en las ciudades descansen, y que todos los talleres cierren.

En el campo, sin embargo, que la gente que se ocupa de la agricultura pueda libre y legalmente continuar con sus tareas porque a menudo sucede que otro día no es adecuado para la siembra del grano o la plantación de viñas; no sea que por descuidar el momento propicio para tales operaciones la liberalidad del cielo se pierda.

.

Sol Invictus ("Sol no conquistado") era el dios sol oficial de Imperio Romano tardío y patrón de los soldados. El 25 de diciembre de 274 d.C., el emperador romano Aureliano la convirtió en religión oficial junto con los cultos romanos tradicionales.

.Como todos los políticos exitosos, Constantino era un maestro de la ambigüedad, y su edicto mantenía un delicado equilibrio entre los princípios religiosos y el pragmatismo económico.

Si bien hoy se le recuerda como el primer emperador cristiano, estaba también asociado con el culto del Sol Invicto, que aparecía hasta en sus monedas.

Elegir el domingo como día de descanso tenía mucho sentido políticamente.

Aunque nominalmente era un día de trabajo, ya había cristianos en todo el imperio que dedicaban el domingo al culto religioso, aunque los que vivían en Roma o Alejandría tendían a preferir el sábado, el sabbat judío.

Más importante aún era que la mayoría de no cristianos consideraban el domingo como un día especial pues era usualmente el día de pago.

Y quizás también crucial era que se trataba del día especial del Sol Invicto, un culto oficial en el Imperio desde 274 que era particularmente atractivo para las clases altas senatoriales.

De hecho, Constantino mismo, aunque promovió activamente la Iglesia cristiana, durante toda su vida reconoció a Sol Invictus como un dios.

Sólo fue bautizado en la fe cristiana en su lecho de muerte y hasta el día de hoy continúa el debate sobre si fue un verdadero converso o se aprovechó de la Iglesia como una fuerza unificadora.

No todos los cristianos recibieron con beneplácito el edicto de Constantino y siglos después todavía había grupos que preferían el sábado.

Tanto así que en el Sínodo de Laodicea, que tuvo lugar alrededor de 363-364 d.C., incluye un canon —el 29— que declara que "los cristianos no debían judaizarse descansando en el sábado, sino trabajar en ese día, en lugar de honrarlo como día del Señor; y, si pueden entonces, descansar como cristianos".

Aquellos que afirmaran seguir a Cristo y no obedecieran serían considerados "anatema", es decir, que serían maldecidos, excluidos y rechazados como miembros de la comunidad.

Con el cambio de celebración de sábado a domingo se adoptó un nuevo término, "el día del Señor" o Dies Dominicus, de ahí la palabra "domingo".

Tomado de;

Cómo hace 1.700 años nacieron los domingos como los conocemos - BBC News Mundo