domingo, 19 de mayo de 2019

Nuevas leyendas de Puerto Bogotá por Tiberio Murcia Godoy

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El niño que amaba los animales

Hace unos años  El joven Lucio Rodríguez Londoño, trajo desde Estados Unidos, las cenizas de su padre, también llamado Lucio Rodríguez Galindo, quien era hijo de Lucio Rodríguez San Miguel  el cobrador del puente Navarro al lado de Puerto Bogotá.

Pues bien, Lucio, el hijo del cobrador por vivir cerca  al rio, y observar diariamente  la diversidad de animales, como aves, perros, gatos, palomas, patos, mariposas, se fue encariñando de ellas.

Por razones de la violencia política, que afecta a todos, Lucio el hijo del cobrador tuvo que salir de la ciudad, y también del país, estudio lo que más le encantaba Ingeniería agrónoma, y luego Ciencias avícolas, convirtiéndose en el primer especialista en aves que tuvo el país, y aquí, junto a otros amigos creo el programa de Zootecnia en Colombia, siendo el primer programa.

Por todo su trabajo fue condecorado, lo cual le hizo muy feliz. Luego se caso, y su hijo de matrimonio lo bautizo Lucio. Así como su padre, y asi como su abuelo.  Luego de trabajar por muchos años regreso a Estados Unidos, siempre añorando su terruño, y allá les dijo a su esposa e hijo, cuando muera, quiero que mis cenizas sean arrojadas desde el puente  donde laboro mi padre.


Y sucedió, que cuando falleció Lucio Rodríguez Galindo, su hijo Lucio Rodríguez Londoño , su esposa y familiares, llegaron al puente Navarro a cumplir la promesa de Lucio, y fueron lanzando poco a poco las cenizas, y cuando iban llegando al rio, los peces revoloteaban dándole la bienvenida al hombre que a amaba a los animales.
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http://centrodehistoriahonda.blogspot.com/2014/10/lucio-rodriguez-galindo-un-hondano-que.html

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Durmiendo bajo un cementerio

Toribio vivía muy holgado en su casa  en el sector de las Colinas, había logrado por fin luego de mucho esfuerzo tener su propia casa,y allí vivía cómodamente junto con sus hijos y mujer.

Si le parecía raro que uno de sus hijos menores, se quedaba atónito mirando cerca a la cocina como si alguien estuviese allí  junto a él, asi era casi todos los días.

A veces cuando estaba Toribio solo escuchaba ruidos, y él iba a mirar y no veía nada, las vasijas ahí mismo, los trastos quietos, en fin, nada se había caído, pero eso sí, su piel  se ponía de gallina, y así sucesivamente algunos días en especial los martes o viernes.

Liego le contaron que por la ampliación de la Carrera primera, el sector de las Colinas iba a ser derribada para dar espacio a la nueva vía, Y fue así que cuando vino la concesionaria, y tumbo la casa de Toribio y sus vecinos, una re excavadora  encontró un resto óseo, luego otra, y otro, que hizo parar la obra.
Cuando fueron a mirar, los antropólogos contratados por la concesionaria, había desenterrado más de  noventa cuerpos, ya todos  en resto óseos. Cuando Toribio se entero, fue a observar, y se acordó de los ruidos y lo que observaba su hijo menor, ahí fue donde se dio cuenta, que había vivido durante varios años sobre un cementerio.

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El tesoro de la Salada

Arcadio es un buen buscador de tesoros, y donde el escuchaba que había  huacas  alla iba y la buscaba. En una ocasión escucho a José Edgar, el de la tienda, que en la Salada había un tesoro, pero allí no podía ir cualquiera, que debía ir rezado, llevar agua bendita, en fin ir preparado para no tener  malas consecuencias.

Arcadio empezó a prepararse, primero, ahora si iba a misa casi todos los días, luego le pidió al padre de la Parroquia que le llenara unas botellas de agua bendita, también adquirió imágenes de santos, en fin el hombre se volvió muy allegado a la iglesia, pero la gente lo que no sabía, es que se estaba preparando para ir por el tesoro de la Salada.

Empezó a dar rodeos por la Salada, miraba bien como subirse,  las horas de mas sol, las horas de mas sombra, y hasta de noche, en especial de luna llena. El ya se sentía sacando el tesoro de la Salada, y se ufanaba de su riqueza. La cual aun no poseía. En varias ocasiones le decía a José Edgar, fieme que con el tesoro le pago. José Edgar, le respondía, cuando lo saque le fio.

Llego semana santa, que es la época de la huaquearía, o la búsqueda de entierro, y Arcadio llego a la Salada, había luna llena, lo que le permitió ascender con facilidad, trepo y trepo, hasta que por fin llego al sitio donde decían estaba el tesoro, como estaba fatigado del ascenso, no se fijaba en nada, solo sintió como si alguien lo hubiese empujado a un lado, y el que se mueve del lugar, y en segundo cayo una roca, que de no haberse corrido lo hubiese aplastado, al ver eso Arcadio, Salió despavorido. Que huaca, que tesoros, la vida primero. Y desde esa época, hasta el dia de hoy, Arcadio esta laborando sagradamente en construcción, donde la mano misteriosa no lo hubiese movido, allá estaría todavía sepultado por la roca que cayó  donde estaba parado