domingo, 18 de marzo de 2012

A la dirigencia colombiana le falta visión y generosidad: William Ospina

Marzo 18, 2012 - 10:55
El galardonado escritor tolimense siente apasionamiento por las letras, la música, la filosofía y la política, pero jamás imaginó que dedicaría su vida a la literatura: pensó más que iba a ser abogado
El escritor tolimense William Ospina.
(Foto: EL NUEVO DÍA)

El dolor y la tragedia que por años han bañado a Colombia se deben, en parte, a la falta de visión y generosidad de nuestros dirigentes. Así lo indicó a EL NUEVO DÍA el maestro William Ospina, en su más reciente visita a la Capital Musical de Colombia.

Durante su corta estadía, para recibir la exaltación a los Valores Humanos, en el marco del Festival de la Música Colombiana, la pluma tolimense manifestó que al no dar a nuestro país la oportunidad de mostrar cuán generoso y rico es, “lo obligaremos a comportarse como un gato enjaulado”.

“Pienso que con un poco de sinceridad, de vocación, de justicia y sabiendo que este país debería ser para todos y no para unos cuantos, es mucho lo que podemos lograr”, advirtió. Sumado a ello, indicó que estamos infortunadamente en manos de dirigencias mezquinas.

¿Cómo sueña a Colombia?

Voy a utilizar la metáfora de la música... El Tolima e Ibagué han querido siempre símbolos de una vocación musical de Colombia y yo creo que las soluciones que este país necesita son soluciones musicales, soluciones de armonía, de diálogo, de equilibrio y de partitura compartida, porque hasta ahora cada quién tiene una partitura particular y crecimos en una sociedad en la que vivimos en una lucha permanente de todos contra todos, y aquí de lo que se trata es de buscar las soluciones que nazcan de la convivencia, del equilibrio, del diálogo, de la solidaridad y el trabajo compartido; por tanto, creo que la música nos puede servir mucho en ese proceso y creo que Colombia, más allá de lo áspero que uno puede ver en su superficie, de los conflictos y la tragedia enorme que ha vivido y tanta gente postrada en la pobreza, es generosa.

¿A qué atribuye la situación del país?

Colombia es un pozo de dolor bastante grande y yo atribuyo esa tragedia a la falta de visión y generosidad de nuestra dirigencia que no se ha propuesto crear un país en donde quepan todos, y donde todos tengan dignidad y oportunidades. En la medida en que se dé ese nuevo liderazgo que nos permita abrir horizontes de dignidad y acción a miles de talentos, a millones de personas capaces de dar, quienes no son pobres, sino que no logran expresarse y encontrar una oportunidad de manifestarse, descubriremos que es un país mucho más grande y que esa red de discordias, en la que se encuentra hasta ahora, se puede acabar.

Maestro, usted recientemente escribió una columna de opinión en defensa del excomisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, ¿realmente lo cree una víctima?

No fue para mí una reflexión de tipo jurídico; siento que era un debate político, más que otra cosa, y de todas maneras en una sociedad como la colombiana, donde hay tantas tragedias, injusticias y problemas de fondo, a mí no me parece que sea razonable entrar a formar parte de un bando y a jugar al viejo juego colombiano de que los problemas de Colombia se resuelven linchando o castigando a alguien; creo que el problema es mucho más profundo, porque el debate jurídico aquí tendría que abarcar a mucha gente para que sea verdadero.

Cuando se convierte en el juicio de una persona y en el olvido de las responsabilidades de los otros, no veo que haya suficiente equilibrio; por ejemplo, del anterior gobierno fue muchísima gente la que estuvo vinculada a esa administración que tuvo responsabilidades grandes; algunos de ellos de repente se convierten en los grandes delincuentes o son vistos como los grandes culpables, y los otros que tenían tanta responsabilidad ahora son los grandes inocentes y más bien los que auspician esa descalificación y, si se quiere, persecución, entonces yo digo que miremos la cosa en su conjunto.

Yo nunca he pensado que es el castigo sobre los individuos lo que corrige los grandes dramas históricos. Aquí hay que preguntarse cuáles son las causas profundas de tanta violencia y no creo que el señor que ayudó bien o mal a desmovilizar unos paramilitares sea más culpable en este país que los que auspiciaron el paramilitarismo.

¿Piensa que los testimonios que lo incriminaron fueron amañados?

No lo sé. Es una decisión que deben tomar los jueces, pero en el caso del excomisionado Restrepo, la sensación que yo tuve es de que todo el mundo había decidido que era culpable antes de juzgarlo.

¿Comparte su decisión de pedir asilo?

Como todo el mundo había decidido declararlo culpable antes que los jueces dieran el veredicto, casi que me pareció que tenía razones para buscar refugio, porque si la sociedad estuviera pacientemente esperando a que los jueces dieran el veredicto, la sociedad estaría de verdad respetando la justicia, pero cuando todo el mundo ya asumió esa culpa y dio un veredicto al respecto, siento que lo que hay es un apasionamiento de otra índole.

¿Qué rechaza de la forma de gobernar de Uribe y de Santos?

Siento que en ambos casos lo más criticable es que no gobiernan con un proyecto de país sino con el proyecto de un sector de la sociedad. Me parece que Santos representa la vieja aristocracia terriblemente egoísta, que ha manejado este país durante dos siglos, y que Uribe representa a un sector poderoso más nuevo, aunque no más generoso.

Lo que me pregunto es dónde está la sociedad, que no está aquí buscando sus mezquinos intereses particulares o de grupo, sino el interés de la comunidad, dónde está el esfuerzo por que la gente viva bien, por dignificar a la comunidad, donde está el esfuerzo por hacer una gran campaña de creación verdadera de empleo para arrebatar tantos miles de jóvenes a la violencia, jóvenes a los que los únicos empleadores que tienen es el narcotráfico, la guerrilla, los paramilitares, y la delincuencia, porque no encuentran campo de acción en el orden de la civilización. Cuando resolvamos ese problema, tendremos una verdadera dirigencia y hasta ahora estamos, infortunadamente, en manos de dirigencias mezquinas.

¿Por qué piensa que los conflictos entre Uribe y su anterior escudero, Santos, podrían desatar la nueva violencia en Colombia?

Porque en Colombia, aunque ellos no se lo propongan, los desacuerdos entre las élites siempre terminan produciendo un desangre entre las comunidades; el pueblo colombiano, a veces ingenuo y dócil, se deja fanatizar muy fácilmente... Que tenían que ganar los pobres liberales y conservadores con los años 50 y ellos pusieron a los victimarios y a las víctimas, mientras que los jefes de ambos partidos se abrazaban en los clubes; entonces, de qué le sirve a Colombia tanto odio y tanta prédica de odio. Yo siento que es hora de que el pueblo colombiano, la comunidad inteligente del país acceda a la modernidad que supone desconfiar de sus fanatismos y piense más en cuáles son las soluciones que engrandecen al país.

Muchos de los problemas del país están relacionados con la droga. ¿Usted es partidario de que se legalice?

Yo más que ser partidario, lo que pienso es que no hay otra manera de arrebatarle todo ese poder a las mafias. La droga es ya un hecho de la cultura y de la civilización.

¿Por qué?

Hay que preguntarnos por qué esta época hace que tanta gente necesite drogas y estimulantes; a lo mejor el orden de la sociedad y la educación misma conducen a la gente hacia esa necesidad creciente de su fe en sí misma de que termina necesitando estímulos de tipo artificial; lo único que veo es que la droga no es un invento como casi nunca los grandes fenómenos de mercado de unos productores, algo en la civilización crea consumidores. Por qué no interrogar a la civilización, qué es lo que hace que la gente esté buscando tantas vías de escape o de afirmación psicológica a través de las drogas, y si esas cosas ya forman parte de la cultura y del orden material de la civilización, pues entonces por qué dejarla en manos de las mafias, que lo único que producen es sangre y violencia; por qué no hacen que los estados sean los que manejen estos mercados y destinen esos recursos a la prevención, desintoxicación y educación, porque mientras semejante negocio tan descomunal esté en manos de seres sin escrúpulos y violentos las sociedades se van a descomponer cada vez más, entonces más que una adhesión a un modelo es un hecho al que nos estamos viendo obligados.

La despenalización de la droga es una obligación de la sociedad porque lo otro, la prohibición, lo único que ha hecho es estimular y hacer crecer el negocio. Entonces, que se le convierta en un problema de orden público y en una alianza, no en un problema de policía.

Preguntas y respuestas

Al mirar atrás y pensar en sus inicios como escritor, ¿qué siente?

Cuando empecé a escribir no imaginé que iba a ser escritor, porque, de hecho, no imaginaba que la escritura pudiera ser un destino, ni una profesión, ni un oficio, sino una necesidad; imaginaba que iba a ser otra cosa, tal vez abogado, pero no pensaba que iba a dedicar mi vida a la literatura; de manera que se ha ido dando. Nunca tuve conciencia plena de cuándo era que estaba ocurriendo la cosa, sino que cuando menos pensé ya estaba con unos cuántos libros a cuestas y otros en proyectos.

¿Imaginó entonces la aceptación que esos trabajos iban a tener?

Siempre pensé que me gustaría mucho que mis libros tuvieran un sentido para los lectores, pero no que alguno de ellos fuera a ser un éxito editorial ni nada parecido. En los últimos años he sentido con gratitud y asombro que algunos han entusiasmado a mucha gente, pero ese no era mi principal objetivo ni mi preocupación, porque siempre he creído que unos cuántos lectores de muy buen criterio son suficientes para que uno se sienta satisfecho de un esfuerzo honesto y, si no disciplinado, que es mi caso, por lo menos sea persistente.

De todas sus obras ¿cuál considera su mejor logro?

Sólo publico los libros cuando me siento mínimamente satisfecho; yo me atrevería a decir que son más las cosas que he escrito y no he publicado, que las que he publicado, porque para mí es difícil tomar la decisión. Tengo que estar seguro de que vale la pena o, por lo menos, creer con sinceridad que le estoy diciendo algo a los lectores, y que estoy respondiendo en algo los desafíos del mundo y la época... Y ese es mi mayor logro.

¿Por qué en muchas de sus obras está presente la búsqueda por la América que es conquistada?

Aquí todos necesitamos conocer nuestros orígenes, así como cada quién desea saber de dónde procede, quiénes son sus padres, sus abuelos, dónde nació... Reconstruir esos caminos por los cuales llegamos a ser lo que somos, al igual que necesitamos los hechos históricos, saber cómo era nuestra nación, nuestra lengua, nuestra cultura, y para nosotros, los americanos, encontrarnos con la conquista de América es encontrarnos con el caldero terrible y maravilloso donde se formó nuestra identidad y hay muchas cosas que desconocemos de esa época.

Para mí ha sido emocionante interrogar cómo era América hace cinco siglos, cómo eran los pueblos que habitaron este territorio, cómo fue ese choque de civilizaciones tan terrible, qué ganamos y perdimos con ello, así como de qué manera se fue formando esa aventura que es ser americano.

Para usted, ¿qué se ganó y qué se perdió con la Conquista?

Es difícil resumirlo, porque es un proceso muy vasto. Lo único que diría es que los distintos libros que he escrito desde El país del viento, en 1991, han sido hechos para interrogar esa época y ese proceso de formación de una cultura, entonces en la poesía, en el ensayo y en la novela he procurado valorar esa situación y ese proceso, yo diría que el resultado ha sido de reconciliación; yo pensé, en una época, que nosotros vivíamos un conflicto muy grande con el mundo español, porque éste había llegado aquí y había destruido muchas manifestaciones de las culturas originarias y todo eso ocurrió, pero nosotros no somos ya los pueblos indígenas que habitaron aquí hace cinco siglos ni tampoco somos los españoles de esos días.

¿De qué le ha servido esto?

Para aprender a apreciar lo que tenemos, porque cada uno de esos mundos que convergieron para formar lo que somos hoy. Yo le decía a alguien una vez ‘hemos perdido cinco siglos negando el componente indígena y negro de nuestra cultura y podríamos perder otros cinco siglos negando el componente español’; nuestra cultura y ya no se trata de eso, sino de ver qué es lo que podemos hacer hacia el futuro, tomando posición plena de todas esas tradiciones que ahora es lo que somos.

Los pueblos indígenas han cambiado, son muy pocos los que conservan una cosmovisión que se deba exclusivamente a su relación con la naturaleza, también ellos han sentido ese choque esa complejidad que da tener vecinos y tener contactos con la lengua, de manera que es muy importante valorar el aporte que Europa le dio a nuestra cultura; nosotros no podemos ser concebidos sin Europa, sin la lengua española, sin la religión cristiana, sin la sociedad mercantil, sin las instituciones que tomamos de la Ilustración y la Revolución Francesa. No nos podemos concebir sin todo eso, ni tampoco sin el pasado indígena, al que hay que interrogar cada vez más, porque no solamente es un recuerdo de hechos antiguos, sino que, muy posiblemente, tiene respuesta para los problemas del presente y del futuro.

¿Cómo ve la producción literaria en este momento?

Es grande y vigorosa en esta época, después del ‘boom’ latinoamericano, después del éxito asombroso que ha tenido la literatura latinoamericana en el mundo ya no pertenecemos a una tradición local y ya casi ni a una tradición continental, somos parte de la gran literatura planetaria y nos escuchan, nos leen y aprenden de nosotros, así como nosotros durante mucho tiempo hemos aprendido de todas las tradiciones. Si todavía económica y políticamente somos pueblos un poco marginales, culturalmente no lo somos. La cultura latinoamericana está en el corazón de la historia contemporánea y grandes personajes de la cultura colombiana, son figuras de primer orden en el mundo.

Entonces, ¿sueña con el Nobel?

No, la verdad es que en el mundo hay muchos escritores, y muchos de ellos muy valiosos y cada año surgen más, y ese es un solo premio, que no sólo puede premiar unos cuantos símbolos, no puede premiar ni siquiera cada esfuerzo meritorio, ni cada obra más o menos bien lograda, a veces es un azar, una suerte... Son muchos los factores que intervienen en eso; de manera que no vale la pena desvelarse con esas cosas, creo que es más interesante esforzarse por hacer bien lo que se hace.

Para usted, ¿qué significado tiene la literatura?

Lo mismo que significaba cuando empecé a escribir: una oportunidad de crear a partir del lenguaje, de interrogar los misterios del lenguaje, de interrogar los enigmas de la realidad, de buscar la belleza, el sentido y, tal vez, obrar un efecto sobre la sensibilidad colectiva.

¿Cómo marcó su núcleo familiar su vocación?

Influyó muchísimo y todavía lo hace. Yo siento mi familia como un manantial del que brotan muchas de las preguntas que intento resolver en mis obras; no tengo la sentencia a la autobiografía y por eso casi siempre parece que estuviera hablando de cosas lejanas del siglo XVI, de la selva amazónica, de los temas de la sociedad contemporánea; sin embargo, la mayor parte de las reflexiones que me hago nacen de mi relación con la vida cotidiana, con mi familia y mis amigos, entonces casi nunca menciono a mi familia en mis obras y por eso pareciera que están ausentes. A veces hablo de mi padre, porque canta y se sabe todas las canciones de nuestra tradición cultural y porque sé que eso ha influido mucho en mi relación con el lenguaje; hablo menos de mi madre, cuya manera de ser y de mirar su relación con el mundo, despierta en mí muchas inquietudes y desemboca en elaboraciones literarias.

El pasado de mi familia es algo que me interesa y que incluso quisiera interrogar en la literatura. Yo tengo hace varios años el proyecto de escribir una novela sobre la vida de mis abuelos en las montañas del norte del Tolima en la primera mitad del siglo XX y, a lo mejor, me sea dado a escribirla; de manera que está muy presente al igual que mis amigos y como estoy presente yo, aunque hago todo lo posible porque no se note.

¿Qué lo ha detenido a escribirla?

Es un proceso de acercamiento. Así como a la humanidad le fue más fácil ver las estrellas que las células, uno ve más fácil lo que está lejos que lo que está cerca y sólo a medida que desarrolla sus recursos, va teniendo cada vez más capacidad de hablar de lo cercano; entonces yo he tratado de vivir ese proceso, aprender primero cómo se hacen las cosas, vivir ese forcejeo con las palabras para ver si llego a tener algún día la capacidad y la fuerza suficientes para hablar de las cosas más cercanas como mi familia y de mí mismo. Voy en el siglo XVI, espero irme acercando al siglo XXI lentamente, y por ahora voy a hablar de hechos que aparentemente ocurren lejos y tal vez un día pueda escribir sin esas máscaras y hablar de temas más cercanos, que son siempre los que más me interesan.

¿Qué ocurriría en el mundo si no existiera la literatura?

Mientras exista la humanidad existirá la literatura. No sabemos si seguirá existiendo bajo los soportes ­actuales, si los libros seguirán siendo de papel y de celulosa o si terminarán siendo solamente electrónicos; eso no importa mientras las historias existan, digamos que los libros más misteriosos y los que están en un soporte más misterioso son los más antiguos, los que están escritos en la memoria humana, en un soporte de células vivas y energía vital. Allí estuvieron los libros mucho tiempo hasta que se inventó la escritura, y luego siguieron estando allí hasta que se inventó la imprenta y seguirán estando hasta que desaparezca la imprenta y tal vez hasta que desaparezca la escritura, porque la palabra viva, que habla y se escucha y es la primera forma de la civilización, durará hasta el final.

Y ¿si no hubiera existido?

Eso significaría que no hubiera existido el ser humano tampoco, porque la literatura llegó con él. La capacidad de asombrarse, de nombrar las cosas, de sentir, expresar y luego la imaginación, la fantasía, el relato, la celebración, todo lo que la literatura es. A mí me importa que no confundamos la literatura, ni con el mundo académico, ni con el mundo editorial.

¿Cómo es su proceso creativo?

Uno puede llamar la musa al momento en que un montón de fenómenos que se han ido acumulando encuentran su densidad. Es un poco como si estuviera creando un vino dentro de la conciencia; uno arroja allí los elementos y el tiempo va obrando sus afectaciones y hay un momento en que deja de ser obra y se vuelve vino, nosotros nunca sabemos en qué momento es, pero allí la obra deja de ser alimento y se convierte en fuente de embriaguez.

¿Disfruta más escribir o leer?

No logro establecer completamente la diferencia entre ambas cosas, porque cuando estoy escribiendo yo estoy leyendo, yo tengo muchas cosas en la memoria: libros, versos, historias; uno lleva como una biblioteca a cuestas, la que está incorporada y en el momento en que está escribiendo uno la está leyendo también. Estoy escribiendo y recuerdo tal verso y eso me ayuda a construir cierta frase, después recuerdo un argumento de un autor y estoy escribiendo algo y no puedo dejar de recordar otra. Entonces, en el ejercicio mismo de escribir hay un proceso que yo podría llamar de lectura, de revisión de textos que están incorporados en mí, y cuando leo también se da ese fenómeno; yo no soy capaz de leer para el olvido, yo necesito recordar lo que leo. En otros tiempos, cuando era joven, me era más fácil recordar; entonces yo me aprendía los poemas casi que con sólo leerlos; ahora la memoria no tiene la misma intensidad; sin embargo, leo para guardar las cosas, soy utilitario con la lectura. Si leo y no estoy captando, siento que el libro no me está interesando y cambio de libro, porque para mí leer es estar gestando cosas, sintiendo que en mí se ramifican las historias que me cuentan.

Además de leer, ¿qué otras cosas lo apasionan?

La música, la amistad, los viajes, los amores, la historia, las religiones, la discusión filosófica, la fiesta, la política, entendida como el sueño de un mejoramiento del mundo y de la humanidad. No puedo entender la política ni como la lucha facciosa por el poder ni por el deseo de ser elegido para un cargo, ni como el deseo de poder mandar a los demás como a mucha gente le interesa.

Admiración a Gabo

Se dice que usted es el digno sucesor de Gabriel García Márquez, ¿usted también lo cree?

Por supuesto que no lo creo, porque pienso que alguien como Gabo es un ser tan extraordinario que todavía nosotros no alcanzamos a medir la magnitud de todo lo que él nos ha dado, de lo que ha significado. Después de Bolívar yo no había vuelto a ver un personaje continental de la magnitud de García Márquez en América Latina: su elocuencia, su gracia, su imaginación, su magia y la riqueza de sus recursos hacen de él un personaje verdaderamente extraordinario. Hombres como él, como Jorge Luis Borges, como Juan Rulfo, marcan las épocas y son antorchas para muchos siglos de la humanidad. Estaría yo lejos de pensar que estoy cerca de eso, pero soy consciente de esa importancia, soy testigo de esa grandeza y sé que todos los que venimos después de estos grandes autores les debemos mucho y tenemos también muchos deberes que cumplir.

¿Qué es lo que más admira de Gabo?

Advierto en él ese contraste enorme entre la excesiva notoriedad, espectacularidad de su vida y su timidez personal, como que le gustaría no estar ahí cuando hay tanto resplandor y reflector, pero, al mismo tiempo, tiene la paciencia, el buen humor y la tranquilidad para sobrellevar eso sin exasperarse. Él sabía, quizá, que no podía escapar a la notoriedad que su obra produjo. Desde niño le confesó a un amigo que él era famoso, pero que él sólo lo sabía y entonces se ha resignado a ser esa celebridad, aunque lo que más le gusta es estar de puertas para adentro y con pocos amigos.

De él ¿qué le gustaría tomar para usted y su obra?

Más que pretender escoger una característica de Gabriel García Márquez para que se convierta en parte de mi vida, hago lo que todos lectores debemos hacer tratar de que los libros que él ha escrito, que son tan hermosos y admirables, formen parte de mi vida y me ayuden a asombrarme con el mundo y a vivir.

¿Por qué considerar que Colombia y Latinoamérica está en deuda con Gabo?

Porque con él cambiamos nuestra idea de nosotros mismos, la idea de nuestra sociedad. Colombia había negado durante siglos su componente indígena y africano, en Barranquilla en los años 40 no dejaban que tocaran porro en los clubes sociales, eso era una profanación, la gran sociedad no podía teñirse ni mancharse de esas expresiones de la cultura popular; tanto miedo a aceptar el componente indígena, tanta pretensión infatuada y falsa de que esto era una sociedad blanca, aristocrática, europea y cuando aparecen esas cosas en el arte, el mundo entero se estremece y se fascina porque aparece lo que realmente somos.

Cuando apareció la obra de García Márquez lo que todo el mundo advirtió es que ahí no había un gramático latino ni un señor español, sino un hombre latinoamericano muy orgulloso de serlo, de ser caribeño, de mostrar esa exuberancia de la belleza tropical, de los seres humanos, de esta región del mundo; todo lo que parecía que había que esconder porque no estaba en orden es lo que Gabo mostró y nos fascinó con ello, tener esa perspicacia, esa creatividad y ese valor de convertir esta realidad nuestra en objeto del arte, ha tenido como premio la fascinación del mundo. Y lo veo como uno de los más altos creadores de los últimos tiempos.

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Tomado de:

http://www.elnuevodia.com.co/nuevodia/especiales/sucesos/137134-a-la-dirigencia-colombiana-le-falta-vision-y-generosidad-william-ospina

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