viernes, 22 de abril de 2011

¿Hasta cuando la juventud colombiana se va a aguantar el embuste de la guerra contra las drogas? Por: Jorge Colombo*

“You will be hollow. We shall squeeze you empty and then we shall fill you with ourselves.”[1]




Sobre las drogas todos tenemos una opinión, pero pocos sabemos de lo que hablamos. Permutamos palabras como narcóticos, estupefacientes, drogas, alucinógenos, psicotrópicos como si fuesen sinónimas. Las especificidades de cada droga se ignoran y todas las que son ilegales las metemos en un mismo paquete: si una droga produce alucinaciones, o si es un tranquilizante, o si es un estimulante, o si nos disocia, o si deprime el sistema nervioso, o si tiene o no usos medicinales, o si tiene o no usos religiosos, o si es o no adictiva poco importa. Todas son “drogas”, sin más.


Si es ilegal, por algo será. ¿Pero, por qué sera? Quien sabe, pero seguro son malas. ¿Pero, por qué son malas? Porque son ilegales. Un argumento circular que, en nuestra pereza mental, alimentamos con las arengas usuales entre la gente ansiosa y nerviosa [2]. Se habla, pero nadie sabe de lo que habla.

Y ya, cuando las palabras están desprovistas de un significado específico, se vuelve imposible comunicarle al interlocutor un mensaje preciso. Cuando se escribe sobre opiáceos creemos que estamos leyendo sobre alucinógenos. Cuando se trata entonces sobre alucinógenos creemos que estamos hablando de sustancias adictivas. Vivimos con unos conceptos difusos, los cuales intentamos remediar proyectando lo poco que sabemos del alcohol y el cigarrillo sobre las otras sustancia (“¡Si ya tenemos problemas con el alcohol y el cigarrillo, imagínese como sería con las otras!” se suele oír).

Y no es para menos, en el mar de ignorancia y de afirmaciones irresponsables en el que navegamos solo nos podemos agarrar de nuestra poca experiencia. Si conocemos a alguien que tuvo dificultades con el consumo de alguna droga y “echó su vida a perder” se lo achacamos a “las drogas”, sin entrar a analizar rigurosamente su problema y sin tener en cuenta la vida de la persona. Simplemente la juzgamos: “¿quien lo manda a consumir?”. Y nos sentimos con todo el derecho de hacerlo.

Pero aún, en nuestra ignorancia sobre el asunto, exigimos que nuestra opinión sea tenida en cuenta. “Esa es la democracia” explicamos, donde hasta queremos que la ley penal se decida por referendo. Pero en esta materia, poner a la gente del común a decidir, en vez de escuchar a especialistas, es como someter el contenido del currículo de matemáticas a la opinión del pueblo y no a la de los pedagogos y matemáticos.

Si usted no sabe sobre el asunto, absténgase de dar su opinión. Sea humilde, quédese callado, lea e infórmese. No juzgue, no sea irresponsable, no pavonee su ignorancia. Colombia ha librado una guerra muy costosa contra las drogas ¿Sabe usted de verdad si las premisas de las cuales se parte para sustentar esa guerra son validas? Lea e infórmese, porque no lo son. Y si no quiere elaborar en su cabeza el andamiaje necesario para entender el tema del consumo de drogas con precisión académica, le repito, sea humilde, absténgase de dar su opinión. Déjele el tema a los especialistas, y por favor: ¡No meta miedo!

Ahora bien, no todo el que se dice especialista lo es. Pésima fuente de información al respecto es la gente a la cual la situación actual le conviene y que ademas la promueve: la Dirección Nacional de Estupefacientes, los policías mediocres, los contratistas militares, la DEA, los zares anti-drogas, los que administran clínicas que aseguran curar la adicción, la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. Ellos vienen, montan un desorden y después le cobran para administrarselo.

Colombia lleva sufriendo las consecuencias de esta guerra contra las drogas por más de treinta años. Es una guerra que nos cuesta muchísimo: corroe la democracia, humilla nuestra soberanía, destruye el medio ambiente, alimenta nuestro conflicto armado, promueve la corrupción, fomenta leyes que se aplican arbitrariamente, mina nuestro desarrollo, mina nuestra seguridad, mina el imperio de la ley, echa a perder una buena parte de nuestro capital humano, vulnera nuestro legado cultural, amenaza la salud, aboga la discriminación, desperdicia los recursos. Y al final, ni siquiera sirve como política contra las drogas. ¿Hasta cuando vamos a seguir echándole la culpa de nuestras mafias a los consumidores del primer mundo? ¿Cuando vamos a asumir responsabilidad por lo que esta dentro de nuestro control?

Este es pues un llamado a la juventud colombiana para que tome responsabilidad en el tema y cartas en el asunto. Porque es nuestra juventud, que si en su mayoría no entiende, con todo rigor y autoridad, que esta guerra no vale la pena, la que seguirá viviendo subyugada, heredándole en su turno a sus hijos el mismo problema que la generación que hoy esta a la cabeza no ha querido asumir. La prohibición no es la solución y es a los colombianos y mexicanos a los que nos toca así entenderlo, porque nadie más la esta sufriendo como nosotros.

Notas

[1] “Estarás hueco. Te vaciaremos y te rellenaremos de… nosotros.” Mil novecientos ochenta y cuatro, George Orwell (1949)

[2] Es decir arengas que empiezan haciendo referencia a la decadencia humana, al crimen, a la mafia, al diablo, a la depravación de la juventud , a los valores morales, a lo puro, a lo correcto, a Dios… y que suelen terminar con una posición inclemente que justifica todo tipo de abusos.



Suscríbase a este blog aquí.

correo electrónico: jorgecolombo@live.com
twitter: @drogaycolombia
Tomadohttp://blogs.elespectador.com/ladrograycolombia/2011/04/18/hasta-cuando/ de:

No hay comentarios:

Publicar un comentario